Parsifal, de Richard Wagner (I)
"Parsifal" es una ópera en tres actos compuesta por Richard Wagner e influenciada por el poema épico medieval "Parzival" de Wolfram von Eschenbach. Este autor del siglo XIII se basó en el romance inconcluso de Chrétien de Troyes, "El Cuento del Grial", para componer un nuevo poema de las aventuras del joven caballero que consigue conquistar el reino del Grial. La intención más clara que se desprende de estas narraciones es, principalmente, la realización de un programa para la educación del perfecto caballero y el de un viaje iniciático que empieza en la más absoluta ignorancia y culmina en la unión mística con la divinidad. Efectivamente, Parzival, educado al margen de la sociedad, es totalmente inexperto e ingenuo, pero la experiencia y la fe lo convierten en el modelo cristiano por excelencia.
"Parsifal" es, pues, la última obra de Richard Wagner y la más profunda que compuso. La idea principal, "Redención del Redentor", ya había sido moldeada en obras anteriores, pero aquí fue llevada a su máxima expresión, situando el marco ideal en el cristianismo medieval y el mundo místico del Santo Grial. Con "Parsifal", Wagner llegó a la culminación de su obra dramática y a la culminación de su ideario, pero al mismo tiempo, le llevó a romper sus relaciones con Friedrich Nietzsche. El famoso filósofo había escrito acerca del "Anticristo" y la última obra de Richard Wagner simbolizaba, precisamente, todo lo contrario.
Argumento
El lugar de la acción se sitúa en los dominios del castillo de Montsalvat, en las montañas septentrionales de la España gótica. Gurnemanz, antiguo caballero del Grial y escudero de Amfortas, espera la llegada de su señor, pues lo llevan al río para aliviar sus heridas. Él sabe que sólo una cosa puede curarlo: el elegido. A continuación, aparece Kundry, una mujer sometida a los hechizos de Klingsor y que, por orden suya, seduce a los caballeros del Grial para llevarlos a la perdición. En su presencia, Gurnemanz cuenta a los escuderos más jóvenes la historia de Titurel, padre de Amfortas, el nuevo señor de Montsalvat. Aconteció que un día, Dios le entregó a Titurel las reliquias sagradas, es decir, el Cáliz empleado en la Última Cena, y la Lanza de Longinos. Para salvaguardarlas, Titurel construyó el castillo de Montsalvat y organizó una orden de caballeros para custodiarlas; sólo al hombre puro se le permitía unirse a la "Hermandad del Grial". Klingsor perteneció una vez a la orden, pero incapaz de controlar sus impulsos se castró a sí mismo y fue expulsado. El mago quiso expiar sus faltas, pero la impotencia de acabar con el pecado de su alma, hizo nacer en él la venganza. Entonces, construyó un castillo y un jardín repleto de placeres, donde había mujeres bellas y diabólicas que seducían a los caballeros para robarles la pureza. Cuando Amfortas recibió el reinado de manos de su padre Titurel, quiso combatir a Klingsor para poner fin a este hechizo, pero él también sucumbió a manos de una bella doncella, Kundry. La Lanza fue robada por Klingsor, el cual hirió a Amfortas con ella, provocándole una herida que solo la propia Lanza puede curar. Todos aquellos que intentaron recuperarla sucumbieron.
Argumento
El lugar de la acción se sitúa en los dominios del castillo de Montsalvat, en las montañas septentrionales de la España gótica. Gurnemanz, antiguo caballero del Grial y escudero de Amfortas, espera la llegada de su señor, pues lo llevan al río para aliviar sus heridas. Él sabe que sólo una cosa puede curarlo: el elegido. A continuación, aparece Kundry, una mujer sometida a los hechizos de Klingsor y que, por orden suya, seduce a los caballeros del Grial para llevarlos a la perdición. En su presencia, Gurnemanz cuenta a los escuderos más jóvenes la historia de Titurel, padre de Amfortas, el nuevo señor de Montsalvat. Aconteció que un día, Dios le entregó a Titurel las reliquias sagradas, es decir, el Cáliz empleado en la Última Cena, y la Lanza de Longinos. Para salvaguardarlas, Titurel construyó el castillo de Montsalvat y organizó una orden de caballeros para custodiarlas; sólo al hombre puro se le permitía unirse a la "Hermandad del Grial". Klingsor perteneció una vez a la orden, pero incapaz de controlar sus impulsos se castró a sí mismo y fue expulsado. El mago quiso expiar sus faltas, pero la impotencia de acabar con el pecado de su alma, hizo nacer en él la venganza. Entonces, construyó un castillo y un jardín repleto de placeres, donde había mujeres bellas y diabólicas que seducían a los caballeros para robarles la pureza. Cuando Amfortas recibió el reinado de manos de su padre Titurel, quiso combatir a Klingsor para poner fin a este hechizo, pero él también sucumbió a manos de una bella doncella, Kundry. La Lanza fue robada por Klingsor, el cual hirió a Amfortas con ella, provocándole una herida que solo la propia Lanza puede curar. Todos aquellos que intentaron recuperarla sucumbieron.
En ese mismo instante, unos gritos llegan desde el lago. Un cisne, animal sagrado en aquella región, ha sido muerto por un joven que se aproximaba. Es Parsifal, que se entera, por boca de Kundry, que su madre Herzeleide ha muerto por el abandono de su hijo. Parsifal se abalanza sobre Kundry encolerizado, pero Gurnemanz lo detiene al instante y le incita a que los acompañe al castillo de Montsalvat para presenciar las maravillas del Grial. Una vez allí, Parsifal queda extasiado ante tanta belleza, que no es capaz de pronunciar palabra. Ante este hecho, Gurnemanz le considera un necio y lo echa del castillo.
Parsifal llega entonces a la morada de Klingsor y se interna en el jardín de los placeres, donde las ninfas le rodean para seducirle; pero el joven caballero no cae en la tentación. Por este motivo, Klingsor ordena a Kundry que le incite al pecado y ella, en contra de su voluntad, medio hechizada, intenta arrebatar la pureza de Parsifal. Finalmente, éste la repudia y Kundry, al sentirse plenamente despreciada, maldice todos los caminos del mundo para que se cierren ante él. En ese mismo instante, aparece Klingsor con la Lanza sagrada y Parsifal consigue robarla, destruyendo así el castillo.
Unos años más tarde, nos situamos en los dominios del Grial. Es primavera y Gurnemanz vive como ermitaño en una bonita floresta cerca de un lago. Un lamento llama su atención; es Kundry arrepentida de todos sus pecados anteriores. Mientras Gurnemanz intenta reanimarla, ven acercarse un caballero con armadura negra y una lanza, el cual empieza a rezar. Al instante, Gurnemanz reconoce al caballero que mató al cisne hace mucho tiempo, y la Lanza sagrada que lleva consigo. Parsifal le cuenta que fue presa de una maldición y que por mucho interés que ponía en llegar a Montsalvat, los caminos siempre le hacían vagar en otra dirección. Gurnemanz, afligido, le cuenta que Amfortas se rebeló contra su herida y contra los suplicios de su alma, deseando solamente morir. Ya no se producen las ceremonias del Grial, ya que sin el cáliz, que es fuente de vida, Amfortas podría morir y poner fin a sus tormentos. Precisamente por el hecho de que el Grial hace tiempo que no es exhibido, ha muerto su padre Titurel. Parsifal, con intenso dolor, se cree causa de tanta aflicción y exhausto, está apunto de faceller. Entonces, Gurnemanz y Kundry lo conducen hasta la fuente para reanimarlo, y la mujer le lava los pies, secándolos con su cabello; Gurnemanz lo bendice, lavándolo de las impurezas de su larga peregrinación. De esta manera, Parsifal se convierte en rey, tal y como fue profetizado.
A continuación, los tres se dirigen al funeral de Titurel. Amfortas se lamenta y se niega a celebrar el oficio sagrado; su herida sangra, incurable, pero los caballeros le incitan a mostrar el Grial, pues la orden también ha empezado a sucumbir al no poder contemplar el cáliz sagrado. En ese mismo instante, Parsifal se descubre ante la multitud tocando con la Lanza sagrada la herida sangrante de Amfortas. Sólo la misma Lanza que abrió la herida podía volver a cerrarla. Parsifal se declara entonces guardián del Grial y lo extrae del arca. El cáliz se ilumina y extiende sobre todos los presentes una aura de gloria, y de la cúpula desciende una paloma que se postra en la cabeza de Parsifal, mientras todos se arrodillan ante él para rendirle homenaje.
Parsifal llega entonces a la morada de Klingsor y se interna en el jardín de los placeres, donde las ninfas le rodean para seducirle; pero el joven caballero no cae en la tentación. Por este motivo, Klingsor ordena a Kundry que le incite al pecado y ella, en contra de su voluntad, medio hechizada, intenta arrebatar la pureza de Parsifal. Finalmente, éste la repudia y Kundry, al sentirse plenamente despreciada, maldice todos los caminos del mundo para que se cierren ante él. En ese mismo instante, aparece Klingsor con la Lanza sagrada y Parsifal consigue robarla, destruyendo así el castillo.
Unos años más tarde, nos situamos en los dominios del Grial. Es primavera y Gurnemanz vive como ermitaño en una bonita floresta cerca de un lago. Un lamento llama su atención; es Kundry arrepentida de todos sus pecados anteriores. Mientras Gurnemanz intenta reanimarla, ven acercarse un caballero con armadura negra y una lanza, el cual empieza a rezar. Al instante, Gurnemanz reconoce al caballero que mató al cisne hace mucho tiempo, y la Lanza sagrada que lleva consigo. Parsifal le cuenta que fue presa de una maldición y que por mucho interés que ponía en llegar a Montsalvat, los caminos siempre le hacían vagar en otra dirección. Gurnemanz, afligido, le cuenta que Amfortas se rebeló contra su herida y contra los suplicios de su alma, deseando solamente morir. Ya no se producen las ceremonias del Grial, ya que sin el cáliz, que es fuente de vida, Amfortas podría morir y poner fin a sus tormentos. Precisamente por el hecho de que el Grial hace tiempo que no es exhibido, ha muerto su padre Titurel. Parsifal, con intenso dolor, se cree causa de tanta aflicción y exhausto, está apunto de faceller. Entonces, Gurnemanz y Kundry lo conducen hasta la fuente para reanimarlo, y la mujer le lava los pies, secándolos con su cabello; Gurnemanz lo bendice, lavándolo de las impurezas de su larga peregrinación. De esta manera, Parsifal se convierte en rey, tal y como fue profetizado.
A continuación, los tres se dirigen al funeral de Titurel. Amfortas se lamenta y se niega a celebrar el oficio sagrado; su herida sangra, incurable, pero los caballeros le incitan a mostrar el Grial, pues la orden también ha empezado a sucumbir al no poder contemplar el cáliz sagrado. En ese mismo instante, Parsifal se descubre ante la multitud tocando con la Lanza sagrada la herida sangrante de Amfortas. Sólo la misma Lanza que abrió la herida podía volver a cerrarla. Parsifal se declara entonces guardián del Grial y lo extrae del arca. El cáliz se ilumina y extiende sobre todos los presentes una aura de gloria, y de la cúpula desciende una paloma que se postra en la cabeza de Parsifal, mientras todos se arrodillan ante él para rendirle homenaje.
2 comentarios:
Una entrada muy currada, no se me pasó por la cabeza que se pudiera sacar tanto jugo a un tema como este. Me alegro de equivocarme :)
Un saludo,
Pedro.
Muchas gracias por tu comentario, Pedro. Tengo que hacer aún una segunda entrada a esta magnífica ópera de Wagner, que tratará la simbología, para redondear un poco el tema.
A ver cuando saco un ratito, que ya toca actualizar. :)
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