Parsifal, de Richard Wagner (II)
Wagner aprovechó, del poema de Wolfram von Eschenbach, la acción predominante de las fuerzas morales, que principalmente descansan en la pasión pura y compasiva de Parsifal; a pesar de esto, introduce en su carácter un ascetismo que no concuerda con las versiones de Chrétien de Troyes ni del antes mencionado Wolfram von Eschenbach, donde el espíritu del héroe se impurifica en aventuras amorosas, ajenas al instinto de castidad con que Wagner lo concibe para su propósito simbólico. Partiendo de estas premisas, Wagner construyó su Parsifal y toda la simbología que lo envolvería. Veámoslo desde el punto de vista de cada personaje.
Simbología
Gurnemanz, el fiel servidor de Titurel, es el guía, el sabio y la voz de la tradición. Todo el mundo ignora cuál es la cura para la herida de Amfortas, excepto él, que parece haber intuido las palabras del oráculo. En la época medieval, aunque sobre todo en la Antigüedad, era frecuente la consulta del oráculo; éste, a través de misteriosas palabras que tenían que ser interpretadas, vaticinaba el futuro y respondía a todo aquello que le preguntaban. En este caso, "el sapiente por la compasión, el puro inocente, espéralo, es mi elegido" fueron las palabras escogidas por el oráculo al ser preguntado por la herida de Amfortas. Esta herida es el símbolo del pecado y de la caducidad de los hombres; es un símbolo de los remordimientos que el rey tiene de los pecados que cometió al dejarse seducir por una doncella. Su salvador ha de ser un hombre capaz, por la inocencia de su alma, de albergar el sentimiento de la compasión, fuente de la sabiduría verdadera.
Titurel es la voz del pasado, la voz que recuerda los deberes tradicionales a los caballeros de la Orden. Titurel es la Fe en su forma originaria. A él le fueron confiadas por Dios las reliquias sagradas; el Grial, que es fuente de vida y de amor; y la Lanza, el emblema de la pureza y la inocencia. Estas armas son la defensa contra la ambición y las maldades de Klingsor. Titurel combatía las malas artes del mago a partir de la Fe, el Amor y la Pureza, consciente de los peligros carnales. Pero Titurel también simboliza la perseverancia en la Fe y en el ejercicio de la misión sagrada cuando el reinado de Amfortas empieza a decaer. Por otra parte, Klingsor es la nueva encarnación de Alberich, que con el robo del oro del Rhin y la renuncia del amor, inauguró los males de todos los hombres y de todos los dioses. Klingsor quiere renunciar al amor impuro para conquistar el Grial; pero eso no es ninguna virtud, sino ambición. Con la mutilación, se hace aún más indigno de los beneficios del amor puro, ya que simboliza una blasfemia contra la naturaleza y la creación. La maldición le da el poder, la venganza, y por eso construye un castillo poblado de ninfas seductoras y llenas de lascivia. El paralelismo es claro: El Grial y el Oro del Rhin (fuentes de vida), Alberich y Klingsor (el robo y la profanación).
Para Amfortas, el Grial se ha vuelto una tortura. El Grial es vida, pero para el rey sólo es una prolongación del sufrimiento, porque cada vez que descubre el Grial, éste le alarga la vida. Amfortas desconfía de la salvación terrenal, no espera una liberación, sino la muerte, y al buscar la muerte se aleja de su misión. La privación del Grial, que es fuente de vida, acelera la muerte de Titurel y las ceremonias del Grial se vuelven un tormento porque Amfortas reniega de su trabajo. A todo esto, se le suman los Caballeros del Grial, dedicados a la conservación y protección de la reliquia sagrada, que van decayendo al no poder contemplarlo.
Por lo que respecta a Parsifal, Gurnemanz lo reconoce como un inocente. Parsifal, cuando contempla el Grial, siente una compasión infinita que le priva del habla y del movimiento; él es el escogido. Parsifal reconquistará la Lanza sagrada, la virtud perdida, para restituir la hermandad del Grial y curar la herida del rey. En este entramado se ve implicada Kundry, que posee una doble naturaleza. Klingsor la arrastra contra su voluntad y ella se rebela, pero el mago le inspira tanto temor que le tiene que obedecer por fuerza. La chica tiene que seducir al joven caballero puro y de esta intención se establece otro claro paralelismo: Klingsor, Kundry y Parsifal son como Eva, Adán y la serpiente del origen de la humanidad cristiana. Kundry ya no es ahora la mujer vestida de penitente sino la belleza femenina en todo su poder; pero Parsifal no se deja vencer por la tentación. El beso que le da Kundry, sólo le evoca un sentimiento de compasión por el recuerdo del rey, y la insistencia de Kundry para que sucumba al pecado, intensifica la misión salvadora de Parsifal. Kundry no es otra que la belleza pervertida por el espíritu del mal. Finalmente, Parsifal destruye el poder maléfico de Klingsor. La Lanza en manos del mago es la virtud profanada, pero en manos de Parsifal es la salvación.
Para redondear la simbología, Wagner pone en la figura de Parsifal la esperanza de la redención de la humanidad, porque la sociedad corrompió todos los dones de la creación. En Parsifal se encuentra la redención en su grado más alto que culmina en el tercer acto, dónde se produce el desenlace del Arte y la Belleza. El niño inocente ha triunfado y ha recuperado el poder, que culmina en el coronamiento de su misión en el reino del Grial. Concluye el desenlace de un proceso espiritual salvador de la humanidad; es la idea de la redención del mundo a través de la compasión, representada por el poder del misterio cristiano de la salvación.
Simbología
Gurnemanz, el fiel servidor de Titurel, es el guía, el sabio y la voz de la tradición. Todo el mundo ignora cuál es la cura para la herida de Amfortas, excepto él, que parece haber intuido las palabras del oráculo. En la época medieval, aunque sobre todo en la Antigüedad, era frecuente la consulta del oráculo; éste, a través de misteriosas palabras que tenían que ser interpretadas, vaticinaba el futuro y respondía a todo aquello que le preguntaban. En este caso, "el sapiente por la compasión, el puro inocente, espéralo, es mi elegido" fueron las palabras escogidas por el oráculo al ser preguntado por la herida de Amfortas. Esta herida es el símbolo del pecado y de la caducidad de los hombres; es un símbolo de los remordimientos que el rey tiene de los pecados que cometió al dejarse seducir por una doncella. Su salvador ha de ser un hombre capaz, por la inocencia de su alma, de albergar el sentimiento de la compasión, fuente de la sabiduría verdadera.
Titurel es la voz del pasado, la voz que recuerda los deberes tradicionales a los caballeros de la Orden. Titurel es la Fe en su forma originaria. A él le fueron confiadas por Dios las reliquias sagradas; el Grial, que es fuente de vida y de amor; y la Lanza, el emblema de la pureza y la inocencia. Estas armas son la defensa contra la ambición y las maldades de Klingsor. Titurel combatía las malas artes del mago a partir de la Fe, el Amor y la Pureza, consciente de los peligros carnales. Pero Titurel también simboliza la perseverancia en la Fe y en el ejercicio de la misión sagrada cuando el reinado de Amfortas empieza a decaer. Por otra parte, Klingsor es la nueva encarnación de Alberich, que con el robo del oro del Rhin y la renuncia del amor, inauguró los males de todos los hombres y de todos los dioses. Klingsor quiere renunciar al amor impuro para conquistar el Grial; pero eso no es ninguna virtud, sino ambición. Con la mutilación, se hace aún más indigno de los beneficios del amor puro, ya que simboliza una blasfemia contra la naturaleza y la creación. La maldición le da el poder, la venganza, y por eso construye un castillo poblado de ninfas seductoras y llenas de lascivia. El paralelismo es claro: El Grial y el Oro del Rhin (fuentes de vida), Alberich y Klingsor (el robo y la profanación).
Para Amfortas, el Grial se ha vuelto una tortura. El Grial es vida, pero para el rey sólo es una prolongación del sufrimiento, porque cada vez que descubre el Grial, éste le alarga la vida. Amfortas desconfía de la salvación terrenal, no espera una liberación, sino la muerte, y al buscar la muerte se aleja de su misión. La privación del Grial, que es fuente de vida, acelera la muerte de Titurel y las ceremonias del Grial se vuelven un tormento porque Amfortas reniega de su trabajo. A todo esto, se le suman los Caballeros del Grial, dedicados a la conservación y protección de la reliquia sagrada, que van decayendo al no poder contemplarlo.
Por lo que respecta a Parsifal, Gurnemanz lo reconoce como un inocente. Parsifal, cuando contempla el Grial, siente una compasión infinita que le priva del habla y del movimiento; él es el escogido. Parsifal reconquistará la Lanza sagrada, la virtud perdida, para restituir la hermandad del Grial y curar la herida del rey. En este entramado se ve implicada Kundry, que posee una doble naturaleza. Klingsor la arrastra contra su voluntad y ella se rebela, pero el mago le inspira tanto temor que le tiene que obedecer por fuerza. La chica tiene que seducir al joven caballero puro y de esta intención se establece otro claro paralelismo: Klingsor, Kundry y Parsifal son como Eva, Adán y la serpiente del origen de la humanidad cristiana. Kundry ya no es ahora la mujer vestida de penitente sino la belleza femenina en todo su poder; pero Parsifal no se deja vencer por la tentación. El beso que le da Kundry, sólo le evoca un sentimiento de compasión por el recuerdo del rey, y la insistencia de Kundry para que sucumba al pecado, intensifica la misión salvadora de Parsifal. Kundry no es otra que la belleza pervertida por el espíritu del mal. Finalmente, Parsifal destruye el poder maléfico de Klingsor. La Lanza en manos del mago es la virtud profanada, pero en manos de Parsifal es la salvación.
Para redondear la simbología, Wagner pone en la figura de Parsifal la esperanza de la redención de la humanidad, porque la sociedad corrompió todos los dones de la creación. En Parsifal se encuentra la redención en su grado más alto que culmina en el tercer acto, dónde se produce el desenlace del Arte y la Belleza. El niño inocente ha triunfado y ha recuperado el poder, que culmina en el coronamiento de su misión en el reino del Grial. Concluye el desenlace de un proceso espiritual salvador de la humanidad; es la idea de la redención del mundo a través de la compasión, representada por el poder del misterio cristiano de la salvación.
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