Caiseal Mumhan: la gran capital del reino irlandés de Munster


Hoy he sentido nostalgia; nostalgia por aquellos días en los que dedicaba el blog a tratar el arte de Escocia e Irlanda, a hablar de la leyenda del rey Arturo y de los caballeros de la Tabla Redonda. Hoy he sentido nostalgia de esos días, quizá más sencillos y despreocupados que ahora. Por eso, hoy quiero recuperar esa parte de mi pasado, cuando me entretenía buscando cosas sobre la historia celta y medieval de esos países tan bonitos del Norte, y que aún, por desgracia, no he visitado, con una entrada dedicada a Cashel o, en irlandés, Caiseal Mumhan, un pueblo situado en el condado de Tipperary, en la provincia de Munster (más o menos en el centro-sur de Irlanda). Este pequeño pueblo es conocido principalmente por la Roca de Cashel (Carraig Phadraig en irlandés), un imponente conjunto medieval fortificado ubicado en un promontorio natural de roca caliza a las afueras de la localidad. Aunque los restos que pueden contemplarse actualmente datan de los siglos XII y XIII, Cashel ya había sido habitado con anterioridad. El pueblo fue un importante centro comercial, político y religioso en el siglo V, momento en que se convirtió en la capital del reino irlandés de Munster. Uno de lo reyes más conocidos que habitó la Roca de Cashel fue Brian Boru (941-1014), reconocido como Gran Rey de Irlanda por sus hazañas e importancia histórica (murió en la famosa batalla de Clontarf contra los vikingos). Como sede del reinado de Munster, Cashel fue, en la Edad Media, un lugar privilegiado que dejó para la posteridad un importante patrimonio de gran valor artístico e histórico. ¿Queréis que os hable un poco más de él?



Como os comentaba, casi todo lo que podemos ver en la actualidad en la Roca de Cashel data de los siglos XII y XIII. Seguramente es bastante distinto de como lo concibieron los reyes de Munster, con su fortaleza de inicios del período medieval. Y es que fue en el año 1101 cuando los reyes (en concreto, el rey Muircheartach Ua Briain, nieto de Brian Boru) cedieron la fortaleza a la Iglesia, convirtiéndose así en un centro eclesiástico de gran importancia, con su catedral y su cementerio. Desgraciadamente, su actividad llegó a su fin en 1647, cuando las tropas de Oliver Cromwell saquearon el lugar y destruyeron buena parte de sus edificaciones, masacrando, además, a su población. A partir de ese momento, Cashel entró en decadencia y no se recuperó jamás. Quedó abandonada definitivamente en el siglo XVIII. Hoy en día es uno de los atractivos turísticos principales de Irlanda gracias a su reciente rehabilitación. ¡Y no es para menos! Cashel posee un pasado envidiable y es una muestra magnífica del arte medieval irlandés. Mirad: rodeando la catedral se encuentra el cementerio, con sus típicas cruces de estilo celta, tan bonitas y elaboradas (una de ellas se conoce como la cruz de San Patricio, del siglo XII, en cuyas caras se puede ver a San Patricio, que según se cree estuvo aquí en el año 450 bautizando al tercer rey de Cashel, y una escena de la crucifixión de Cristo). La catedral, de estilo gótico, se construyó entre 1235 y 1270 con planta cruciforme y arcos apuntados. En su lado norte destacan tres tumbas del siglo XVI decoradas con bajorrelieves y que, viendo las fotografías, parecen de una gran calidad artística.

De este gran conjunto monumental hace falta destacar tres edificios más: el primero de ellos, y quizá el más importante, es la capilla del rey Cormac, consagrada en 1134, y en cuyo sarcófago se cree tradicionalmente que se conservan los restos del rey Cormac. Esta capilla románica está adornada con unos pequeños frescos que se consideran los mejor conservados de esta época en Irlanda. El segundo es la torre circular, el edificio más antiguo del conjunto (data del año 1100) que servía como torre de observación y que se conserva en perfecto estado. Este tipo de torres eran típicas del monacato irlandés. Algunas servían de campanarios de su iglesia adyacente, además de ofrecer protección a los miembros de su comunidad en caso de peligro. Por eso, el acceso se efectuaba por una puerta situada a unos 3 metros del suelo. Finalmente, la sala del coro, del siglo XV: Cashel tenía una coral de vicarios laica que ayudaba en los servicios de la catedral. Esta sala acogía a los ocho miembros de la coral, que más tarde se redujo a cinco miembros.








¿Habéis estado en Cashel? ¿Conocíais este monumento? ¿Qué os inspiran estas fotografías? Por cierto, la Roca de Cashel también se la conoce como Cashel of the Kings o St. Patrick's Rock. A mí me parece un lugar maravilloso, lleno de historia; un lugar en el que imaginarse a los reyes de Munster subiendo la colina, dirigiéndose hacia su fortaleza medieval, quizá entre brumas. Y más tarde, un lugar de reposo espiritual, casi místico. Me imagino el sonido de las campanas resonando en las laderas. Me imagino la lluvia deslizándose entre las piedras. Me imagino a alguien oteando el horizonte desde la torre. Cashel inspira y es un ejemplo magnífico de arquitectura irlandesa medieval, con su estilo particular de cruces celtas, torres y estilo sobrio y robusto. Un lugar que, si fuera a Irlanda, trataría de visitar seguro.

Megalitismo: Dolmen de Pedra Gentil


¿Qué os parece si hoy viajamos a un lugar remoto, un sitio envuelto de historias demasiado antiguas, fascinantes y aún bastante desconocidas... difuminadas por el velo de la lejanía? Sí, tenemos que trasladarnos a un tiempo prehistórico y tocar esas piedras que llevan siglos y siglos en el mismo sitio, esperando a que alguien como yo, o como cualquiera de vosotros, pueda tocarlas y contemplarlas, sabedores de que estamos ante un monumento irreemplazable. Os hablo de ese fenómeno conocido como megalitismo, cuyas muestras repartidas por Europa son dignas de visitar. Como os comentaba en esta entrada publicada hace ya seis años, el megalitismo (mega lithos) fue una manifestación cultural iniciada en Europa Occidental a principios del quinto milenio. Surgió en el transcurso del neolítico pleno y perduró hasta la Edad del Bronce, siendo sus áreas de mayor concentración toda la zona atlántica, la Península Ibérica y Alemania.

El megalitismo comprende una gran variedad de formas constructivas, así como de significados. La falta de documentos nos lleva a interpretar, de la manera más fiel posible, para qué servían estas grandes piedras colocadas de forma tan diversa. Parece claro que eran una manifestación simbólica y religiosa, pues las construcciones más numerosas que se han conservado son megalitos funerarios, es decir, aquellos que en su interior alojaban tumbas individuales o colectivas. También podían representar signos de poder, servir de culto a los antepasados o ser un punto de encuentro para la comunidad. En este sentido, la alineación de megalitos significaba una cohesión grupal, ya que funcionaba como lugar de reunión para hacer una práctica ritual o, quizá, para ver la puesta o la salida del sol, como en Stonehenge. Con el inicio de las jefaturas individuales y la progresiva desaparición de las sociedades colectivas-grupales, el megalitismo empezó a decaer, estableciéndose su fin hacia el 2.500 a.C.

Podemos hablar de megalitismo usando los siguientes términos, según su forma constructiva: menhir, crómlech, cairn y dolmen. La forma que os traigo yo hoy es una de las más comunes: la del dolmen, una mesa de piedra consistente en dos losas en posición vertical y horizontal. Para muestra, este dolmen que fuimos a visitar en julio. Lo llaman Pedra Gentil y se encuentra en el municipio de Vallgorguina, dentro del Parque Natural del Montnegre i el Corredor. ¿Me acompañáis para conocerlo mejor? Además, ¡tiene una historia de brujas!

Para llegar hasta el Dolmen de Pedra Gentil tenéis que acceder por la entrada del Parque Natural, que se encuentra en la carretera de Sant Celoni a Vallgorguina, a unos 2 km de esta última localidad. Una vez cogido el desvío, hay que seguir por una carretera de tierra hasta encontrar la indicación que veis en la fotografía. No tiene pérdida y, además, es una excursión muy adecuada para hacerlo en familia porque no cansa. Como veis, sólo hay que subir 150 metros para ver el dolmen.



Desde el camino puede verse, a lo lejos, la iglesia de Santa Eulàlia de Tapioles, documentada desde el siglo IX, y actualmente en ruinas. Podéis acercaros a ella si queréis, está casi al lado del dolmen, pero no vale mucho la pena. Está en mal estado.



El camino de subida es precioso y está lleno de árboles. Lo que más sorprende es que sus raíces inundan toda la subida y eso lo hace aún más espectacular. Es un recorrido corto, pero muy disfrutable.

¡Por fin, el dolmen! ¿Sabéis por qué este dolmen es tan popular en esta zona? Porque tradicionalmente se decía que era el lugar donde se reunían las brujas de toda la comarca para hacer sus rituales mágicos y aquelarres. ¿Lo veis adecuado? A mí me parece que sí, porque se encuentra en la cima de una pequeña montaña, rodeado de árboles y, en tiempos antiguos, más inaccesible. Vamos, que para cultivar el paganismo era un sitio ideal. Incluso hoy en día, para conmemorar esta leyenda, en la noche de San Juan se celebra un sábat popular. ¡Mágico!

Como podéis ver, el dolmen está formado por una gran losa horizontal y siete losas verticales, tres de las cuales están sostenidas por piedras más pequeñas, como veréis en las siguientes fotografías. Están dispuestas de forma circular y en total tienen una altura exterior de 1,53 metros. Hace falta destacar que se cree que este dolmen se construyó entre el 3500 a.C y el 2000 a.C., y que fue restaurado en el siglo XIX por Josep Pradell, el propietario de estos terrenos. Siempre nos quedará la duda, por la falta de documentación, de si el dolmen que vemos actualmente es el mismo que se construyó en sus orígenes. En algún momento pudo haber sido reconstruido o incluso haber sido trasladado aquí desde otro sitio cercano, donde pudiera haber estado emplazado en algún otro momento. Nosotros ahora nos lo imaginamos así, y así quedará en nuestra imaginación hasta que se encuentren pruebas documentales.











Ubicación geográfica


Visita 07/2015

* Todas las fotografías han sido tomadas por mí. Si quieres reproducir alguna de ellas, por favor, contacta conmigo a través del formulario de contacto. ¡Gracias!
  

Los paisajes de "Le Tour de France" (VI)


Tras un parón veraniego (demasiado prolongado), vuelvo a retomar el blog con una entrada que tenía pendiente de publicar desde hace semanas: la tradicional recopilación de castillos aparecidos en la edición de este año del Tour de Francia. Como sabéis, la realización televisiva de este clásico del deporte nos transporta a rincones mágicos, a veces casi de cuento, de Francia, un país que alberga grandes tesoros y del cual soy una gran enamorada. Por eso, y porque también me gusta el ciclismo, julio se convierte en una cita indispensable para mí. Este año también he podido recopilar algunos de los monumentos que han aparecido. Quizá es una selección escasa, pero, en mi opinión, intensa. Mirad, por ejemplo, el castillo de l'Hermine y sus fabulosos jardines, o el de Cany-Barville, un castillo estilo Luis XIII construido en el siglo XVII por François Mansart. ¡Impresionantes y de mis favoritos de esta lista! Como siempre, mi intención no es hablar aquí de cómo se desarrolló el Tour, sino recopilar estas hermosas fotografías para mirarlas con detenimiento. Si queréis ver las ediciones anteriores de este ciclo dedicado a los paisajes del Tour de Francia, pulsad en los siguientes enlaces: (I), (II), (III), (IV), (V)

Château Slot Zuylen 
(Utrecht) 
[por Robby van Moor]

Abbaye de Bonne-Espérance
(Vellereille-les-Brayeux)

Château de Péronne 
(Péronne)
[Département Somme]

Manoir d'Ango
(Varengeville-sur-Mer)
[Département Seine-Maritime]

Château de Cany-Barville 
(Cany-Barville)
[Département Seine-Maritime]

Château de Sassetot 
(Sassetot-le-Mauconduit)
[Département Seine-Maritime]

Château de Fougères
(Fougères)
[Département Ille-et-Vilaine]

Château de la Touche-Trébry 
(Tréby)
[Département Côtes-d'Armor]

Château de l'Hermine 
(Vannes)
[Département Morbihan]

Château de Castelnau-de-Lévis
(Castelnau-de-Lévis)
[Département Tarn]
  

La ciudad de Terrassa, una mezcla medieval y modernista


¡Qué bien me lo pasé en Terrassa! Aprovechando que el pasado 9 y 10 de mayo se celebraba la XIII Fira Modernista, decidimos visitar por primera vez esta bonita ciudad de Catalunya. Son incontables las veces que hemos pasado en coche por sus alrededores, pero nunca hasta ahora nos habíamos decidido a visitarla. Y debo decir que quedé encantada con el patrimonio histórico que tiene, principalmente medieval y modernista. Además, el día fue doblemente genial porque no sólo pude disfrutar del arte que tiene la ciudad, sino que las calles estaban llenas de gente vestida como el siglo XIX y XX. ¡Había vestidos espectaculares! En alguna ocasión pensé que estaba en otra época y deseé fervientemente que la moda actual fuera como la de antes. Os animo a que alguna vez visitéis Terrassa en un día tan señalado como éste. Sí, hay más gente, pero la ciudad está más bonita. Y otro aliciente: los monumentos principales tienen la entrada gratuita. ¿Me acompañáis en este recorrido cultural? Nosotros empezamos visitando el Castell cartoixa de Vallparadís, construido en el siglo XII. Se accede a través del parque de Vallparadís, un rincón verde de la ciudad que invita a pasear o a sentarse tranquilamente en la hierba en un día caluroso. Quizá lo que más sorprende es que se trata de un castillo-cartuja. Su historia empieza en el año 1110, cuando Berenguer de Sanlà construyó aquí su residencia señorial. El castillo estuvo en manos de su familia hasta 1344, año en que Blanca de Centelles, señora de Vallparadís, cedió el castillo a los monjes cartujanos de Escaladei. Eso supuso la reforma del castillo: el antiguo patio de armas se transformó en un claustro de dos pisos y se crearon, además, una sala capitular y una capilla. Fue cartuja hasta el año 1413, momento en que los monjes se trasladaron a la nueva Cartoixa de Montalegre, en Tiana (es la única cartuja catalana que aún conserva una comunidad de monjes; por eso no es visitable), y pasó a ser propiedad de la familia Sentmenat hasta el siglo XIX. Actualmente es propiedad del Ayuntamiento de Terrassa.


El castillo es de planta rectangular, con grandes torres cuadradas y está rodeado por un foso.



El claustro de dos pisos. El inferior, de arcos apuntados y con un bonito pozo, es un lugar que invita a la meditación. El superior también se construyó con arcos apuntados y capiteles geométricos sin decoración.



El castillo alberga el museo municipal de arte y está estructurado en diversas secciones que van desde la prehistoria y el mundo antiguo hasta la época contemporánea. Como podéis ver, se exhiben piezas encontradas en diversos yacimientos de la ciudad, además de objetos religiosos y de la vida cotidiana de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX.

Tras visitar el castillo de Vallparadís, nos dirigimos a uno de los monumentos más apreciados y conocidos de la ciudad: la Seu d'Ègara (el nombre romano de Terrassa). Este conjunto monumental se ubica en un emplazamiento estratégico ya habitado en tiempos de los íberos. Se trata de tres iglesias, Sant Pere, Sant Miquel y Santa Maria, con estilos que van desde el paleocristiano hasta el gótico. La historia de estas tres iglesias se remonta al siglo V, cuando el obispo de Barcelona, Nundinari, creó el obispado de Ègara. Empieza así la primera construcción paleocristiana, organizada como un conjunto de templos y dependencias. Una interpretación anterior asemejaba este conjunto al modelo bizantino de dos iglesias y un baptisterio, pero actualmente esta hipótesis se ha descartado (lo veréis en la explicación que os doy en las fotografías de la iglesia de Sant Miquel, que la sitúan como una iglesia de difuntos y no como un baptisterio, tal y como se creyó durante muchos años). Este primer proceso constructivo se interrumpió a raíz de las invasiones árabes y no se recuperó hasta el siglo IX-X, cuando los cristianos conquistaron de nuevo el territorio. La última etapa es plenamente románica, de los siglos XI y XII. Como veis, visitar este recinto sagrado es sumergirse de lleno en la historia del arte. Se trata de un conjunto monumental que, a pesar de algunas intervenciones recientes que afean un poco su concepción general singular y medieval, vale mucho la pena visitar en Catalunya. Un testimonio único de los primeros siglos del cristianismo en la Hispania romana; un documento excepcional de cuando fue sede episcopal durante el reinado de los visigodos; una muestra extraordinaria de la Catalunya románica.  




La iglesia de Santa Maria. Es la primera que se aprecia cuando entras en el recinto por la zona de recepción. Contiene, principalmente, elementos románicos, como la nave, el transepto, el campanario, la fachada (con decoración típica del románico lombardo) y las pinturas murales. El resultado es, a la vez, íntimo y monumental.



La iglesia de Sant Pere es la más grande de todas, ubicada al norte del recinto. De una sola nave cubierta con bóveda de cañón, con un ábside y un transepto prerománico. Lo que más llama la atención es el retablo de piedra perteneciente a la primitiva iglesia paleocristiana (siglos VI a VIII) decorado con pintura mural del siglo XI.






La iglesia de Sant Miquel se sitúa en el centro del conjunto. En mi opinión, es la más espectacular de las tres. Aún conserva la planta original del siglo VI y es de cruz griega. Los últimos estudios han constatado que se trataba de una iglesia de difuntos, pues hay sepulturas rodeando su perímetro y se cree que se veneraban las reliquias de algún mártir. Destaca la cripta prerománica y las ocho columnas que sostienen la cúpula, que datan de época tardoromana y visigótica. El ábside, además, está decorado con pinturas murales del siglo X, donde aparece Cristo rodeado de ángeles y con los doce apóstoles.



Como os decía al principio, la ciudad de Terrassa tiene otros atractivos a parte de su patrimonio medieval. Una buena muestra de ello lo veréis a continuación. A nosotros, que también nos encanta la época del modernismo (de hecho, a mí, la época medieval y el siglo XIX y principios del siglo XX son los dos períodos históricos que más me gustan), disfrutamos un montón viendo los bonitos vestidos que la gente se había confeccionado para la ocasión. ¡Y lo bueno es que los podían lucir en lugares incomparables! Como veréis, uno de esos lugares se llama Masia Freixa, un edificio modernista construido en el año 1896 como fábrica de hilaturas. Perdió esta función cuando el rico industrial Josep Freixa la transformó en su residencia familiar. La reforma se llevó a cabo entre el año 1907 y 1914 gracias al arquitecto Lluís Muncunill i Parellada, que se inspiró en Gaudí para crear un tejado sinuoso y una espectacular estructura de arcos pintados de blanco. Es un edificio que destaca mucho exteriormente y que sorprende por su originalidad. Su interior, aunque está muy reformado, aún conserva algún mobiliario de la época, como el del comedor y el del despacho, obra del pintor catalán Joaquim Vancells. Este pasado industrial y modernista también se puede apreciar a la perfección en el edificio conocido como Vapor Aymerich, Amat i Jover, la sede del actual Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya. Se inauguró como fábrica de tejidos en el año 1908 y también fue diseñado por Lluís Muncunill i Parellada. ¡Es un edificio espectacular! La maquinaria que utilizaban en la época para la fabricación de tejidos aún se encuentra instalada y es uno de sus atractivos principales, así como la gran chimenea por la que salía el vapor (de aquí la denominación de la fábrica, porque utilizaban el vapor de agua como fuerza para mover las máquinas) y la cubierta ondulante construida con volta catalana.


Un grupo de mujeres reivindica su condición frente al Ayuntamiento. ¡Queremos votar! ¡Somos esclavas en casa y en el trabajo! ¡Las mujeres queremos estudiar! ¡Defendamos nuestros derechos!



La increíble cubierta construida con volta catalana, una técnica de construcción que consistía en cubrir el espacio mediante una bóveda de ladrillos colocados por la parte plana. Aquí hay 161 voltes sostenidas por 300 columnas de hierro fundido.







En la Masia Freixa se llevó a cabo una recreación histórica. Pequeñas escenas de la vida cotidiana, como el aseo, la escritura, el momento de tomar el té o el posar para un artista se representaron en sus habitaciones. De esta manera, podíamos imaginar de una manera más clara cómo vivían en aquella época.

Si hay una residencia noble modernista que destaque en la ciudad de Terrassa esa es la Casa Alegre de Sagrera, ubicada en el carrer de la Font Vella número 29. Además, está calificada como bien cultural de interés local, así que es también de visita obligada. Su primer propietario fue Joaquim de Sagrera, un fabricante de tejidos del siglo XVIII, famoso por su destacada intervención en la Guerra del Francés. Precisamente, y por desgracia, las guerras napoleónicas dañaron mucho la casa (la saquearon e incendiaron) y fue preciso reformarla. Eso ocurrió a inicios del siglo XX, cuando los sucesores de Joaquim, Francesc Alegre i Roig y Mercè de Sagrera, decidieron encargar la reforma al arquitecto modernista Melcior Viñals. El resultado de estas remodelaciones es lo que puede verse hoy en día: un modelo ecléctico de vivienda burguesa industrial de la época. Este nuevo edificio consistió en una planta en forma de U con dos alas laterales formando un patio central, con planta baja y dos pisos. A pesar de que el exterior puede parecer austero, con su fachada simétrica y sus balcones de hierro forjado, el interior es totalmente suntuoso. Esta casa poseía todas las comodidades posibles: calefacción, electricidad, baños completos, grandes ventanales, un patio... En las habitaciones destacaban los trabajos de madera y forja, los relieves escultóricos, las pinturas murales, los vitrales... En definitiva, una casa a la altura de sus propietarios: con prestigio y fortuna. Observad: ¿no os parece fascinante? ¡Gracias a todos por acompañarme en este viaje! ¡Hasta el próximo!










Ubicación geográfica


Visita 09/05/2015

* Todas las fotografías han sido tomadas por mí. Si quieres reproducir alguna de ellas, por favor, contacta conmigo a través del formulario de contacto. ¡Gracias!