El Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro
"El palacio del Buen Retiro", actualmente en el centro histórico de Madrid, fue un conjunto arquitectónico construido por orden de Felipe IV como lugar de recreo y segunda residencia. Parece ser que, en ocasiones, Felipe IV tenÃa la costumbre de alojarse en unas habitaciones contiguas al monasterio de "Los Jerónimos", que recibÃan el nombre de Cuarto Real. El rey solÃa pasear por los alrededores de la finca -que eran propiedad del Conde Duque de Olivares- y, por este motivo, el valido le regaló los terrenos para proyectar una ampliación que acabarÃa constituyéndose como el palacio del Buen Retiro -un conjunto palaciego de más de veinte edificaciones y dos grandes plazas abiertas que se usaban para celebrar las festividades y otras actividades diversas-, rodeado por una gran extensión de jardines y estancos que aún hoy se conservan. En 1808, durante la invasión francesa, los jardines quedaron bastante malogrados, pero, desgraciadamente, el palacio fue totalmente destruido, a excepción del Casón del Buen Retiro -antigua sala de baile- y el Salón de Reinos -actual Museo del Ejército-.
Aunque era una segunda residencia, que se usaba especialmente en verano, el rey quiso decorarla suntuosamente equiparándola con El Alcázar, su residencia habitual. Asà es como se trasladaron al palacio obras de Claude Lorrain, Nicolas Poussin, Massimo Stanzione y Giovanni Lanfranco, entre muchos otros, asà como el encargo de nuevas pinturas a artistas españoles para decorar una de las salas más suntuosas del palacio, el Salón de Reinos.
El Salón de Reinos
El Salón de Reinos comenzó a construirse a partir de 1633. Era la sala del trono, donde el rey presidÃa las ceremonias, las fiestas cortesanas y las obras teatrales, aunque a medida que iban llegando las pinturas que lo decorarÃan, devino en una auténtica galerÃa de arte. ConsistÃa en un recinto rectangular, dividido en ocho módulos cuadrados, realizados a medida para albergar la colección de pinturas, encargadas a los mejores pintores del momento. La intención era que toda la sala debÃa proclamar la gloria del monarca y la magnificencia del rey, a partir de sus gestas polÃticas y militares, de la ascendencia mÃtica de sus antepasados y de la gran extensión de sus dominios.
De esta manera, empezando por las lunetas de la bóveda, habÃa veinticuatro escudos con la representación de los veinticuatro reinos que formaban el imperio español (Aragón, Castilla y León, Catalunya, Galicia, Córdoba, Granada, Jaén, Murcia, Navarra, Sevilla, Toledo, Valencia, Vizcaya, Portugal, Austria, Borgoña, Brabante, Cerdeña, México, Flandes, Milán, Nápoles, Sicilia y Perú), asà como un tejido que vinculaba simbólicamente a Felipe IV con el dios Sol-Apolo.
De esta manera, empezando por las lunetas de la bóveda, habÃa veinticuatro escudos con la representación de los veinticuatro reinos que formaban el imperio español (Aragón, Castilla y León, Catalunya, Galicia, Córdoba, Granada, Jaén, Murcia, Navarra, Sevilla, Toledo, Valencia, Vizcaya, Portugal, Austria, Borgoña, Brabante, Cerdeña, México, Flandes, Milán, Nápoles, Sicilia y Perú), asà como un tejido que vinculaba simbólicamente a Felipe IV con el dios Sol-Apolo.
Los trabajos de Hércules
A continuación, sobre las ventanas de los muros norte y sur, se instalaron los diez cuadros realizados por Zurbarán de temática mitológica sobre los trabajos de Hércules, que acabó entre 1634 y 1635. En realidad fueron doce los trabajos que Hércules realizó, pero Zurbarán sólo pintó diez para que quedasen en concordancia con las ventanas del salón. Simbólicamente, los trabajos de Hércules representaban las virtudes del rey de España y la identificación entre ambos personajes. Hércules era el sÃmbolo de la fortaleza y la virtud, uno de los héroes más prestigiosos de la mitologÃa griega y romana, que desde el siglo XVI se identificó también con los reyes españoles de la casa de Austria, que se consideraban sus descendientes. Éstas fueron las pinturas que Zurbarán realizó para el Salón de Reinos: “Hércules desviando el curso del rÃo Alfeo”, "Hércules abrasado por la túnica del Centauro Neso, "Hércules lucha con Anteo”, “Hércules lucha contra el jabalà de Erimanto”, “Hércules lucha contra el león de Nemea”, "Hércules lucha contra la hidra de Lerna”, “Hércules separa los montes de Calpe y Abyla”, “Hércules vence a Gerión”, “Hércules y el Cancerbero” y “Hércules y el toro de Creta”.
"Hércules y el Cancerbero"
"Hércules separa los montes de Calpe y Abyla"
Los cuadros de batallas
Por otra parte, en los muros inferiores se colgaron los espléndidos cuadros de batallas que mostraban las virtudes y la gloria del monarca español. Éstas fueron las pinturas, por orden cronológico a los acontecimientos:
- “La victoria de Fleurus” de Vicente Carducho.
- “La rendición de Juliers” de Jusepe Leonardo.
- “La rendición de Breda” de Velázquez.
- “La defensa de Cádiz contra los ingleses” de Zurbarán.
- “La rendición de Juliers” de Jusepe Leonardo.
- “La rendición de Breda” de Velázquez.
- “La defensa de Cádiz contra los ingleses” de Zurbarán.
- “Recuperación de San Juan de Puerto Rico” de Eugenio Cajés.
- “El socorro de Génova” de Antonio de Pereda.
- “La recuperación de BahÃa del Brasil” de Juan Bautista MaÃno.
- “La recuperación de la isla de San Cristóbal” de Félix Castello.
- “La toma de Brisach” de Jusepe Leonardo.
- “El socorro de la plaza de Constanza” de Vicente Carducho.
- “La expugnación de Rheinfelden” de Vicente Carducho
- “La expulsión de los holandeses de San MartÃn” de Zurbarán.
- “El socorro de Génova” de Antonio de Pereda.
- “La recuperación de BahÃa del Brasil” de Juan Bautista MaÃno.
- “La recuperación de la isla de San Cristóbal” de Félix Castello.
- “La toma de Brisach” de Jusepe Leonardo.
- “El socorro de la plaza de Constanza” de Vicente Carducho.
- “La expugnación de Rheinfelden” de Vicente Carducho
- “La expulsión de los holandeses de San MartÃn” de Zurbarán.
Velázquez
"La rendición de Breda o Las Lanzas"
Juan Bautista MaÃno
"La recuperación de la BahÃa del Brasil"
"La rendición de Breda o Las Lanzas"
Juan Bautista MaÃno
"La recuperación de la BahÃa del Brasil"
Los retratos ecuestres
Finalmente, la serie dinástica de los retratos ecuestres de Velázquez configuraba el colofón de la colección. "Felipe IV a caballo" simbolizaba la majestuosidad, el poder y el buen gobierno del monarca, remarcado por la posición en corbeta del caballo, muy habitual entre los escultores y pintores del barroco, y la figura impasible y de perfil del rey, vestido lujosamente. "El retrato ecuestre del prÃncipe Baltasar Carlos" simbolizaba, a través de esta imagen heroica e infantil, la continuidad de la monarquÃa española; y el "Retrato ecuestre de Isabel de Borbón" que flanqueaba, junto con el de Felipe IV, el de su hijo Baltasar Carlos, representaba a la reina sentada de lado sobre un caballo que avanza con paso lento, sÃmbolo de sumisión. Además, los dos últimos retratos -situados delante de los anteriores- de "Felipe III a caballo" y "Margarita de Austria a caballo" exaltaban la continuidad de la monarquÃa, en tanto que eran padres del monarca reinante y abuelos del prÃncipe heredero.
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