Paisajes en la colección Carmen Thyssen
Rusiñol, Gauguin, Sunyer, Monet. Paisajes en la colección Carmen Thyssen es una exposición itinerante que puede visitarse, hasta el 5 de enero, en el
CaixaForum de Girona. A partir del 7 de febrero se expondrá en Tarragona, y más tarde viajará a Lleida. Como sabéis, el paisaje es uno de mis géneros pictóricos favoritos, así que, siempre que puedo y queda cerca de mi ciudad, intento visitar cualquier exposición dedicada a la pintura de paisaje. Y más si tiene calidad, como en este caso. Esta exposición reúne 55 obras procedentes de la colección Carmen Thyssen que ilustran la evolución del paisajismo catalán y europeo, desde mediados del siglo XIX hasta las vanguardias del siglo XX. No sólo se muestran lienzos de reconocidos artistas catalanes, como Ramon Martí i Alsina, Santiago Rusiñol, Joaquim Vayreda, Modest Urgell, Eliseu Meifrén, Josep Amat i Pagès, Joan Miró o Antoni Tàpies, sino también de artistas extranjeros que ejercieron una gran influencia en el arte catalán, como Gustave Courbet, Claude Monet, Pissarro o Gauguin. Y es que la intención de esta exposición es poner de relieve la relación que siempre han mantenido los artistas catalanes con las grandes tendencias de su tiempo.
Si os parece bien, empezaremos nuestro recorrido con las explicaciones proporcionadas por la nota de prensa. He seleccionado aquellas pinturas que he encontrado con más calidad y las he ordenado según los mismos ámbitos que pueden verse en la exposición. Antes de dejar paso a una explicación más detallada, me gustaría recomendar la visita a todos aquellos que tengan la oportunidad de acercarse a Girona o, más tarde, a los centros de Tarragona y Lleida. Las obras expuestas valen mucho la pena de ver. Para mi gusto, desde esa extraordinaria vista panorámica de Ramon Martí i Alsina, hasta los cuadros impresionistas de Monet, Pissarro o Sisley. O también el paisaje nocturno de Meifrén. O la pequeña joya -que para muchos pasa desapercibida- del inglés John Atkinson Grimshaw. O... cada obra tiene su encanto, su peculiaridad, su manera de transmitir emociones. Cada una de ellas busca un diálogo con la naturaleza.
NATURALISMO
La pintura de paisaje se convirtió a lo largo del siglo XIX en uno de los principales motores de renovación artística. A principios de siglo todavía era considerada como un género menor, supeditado a la pintura de historia. Sin embargo, su escasa reglamentación y sus amplias posibilidades de desarrollo al margen de otros géneros facilitaron su rápida evolución. Varios factores contribuyeron a que este cambio tuviese lugar. El primero de ellos fue la crisis del modelo ideal del paisaje italiano y la nueva atención prestada a los rasgos peculiares del paisaje de cada región. Al tiempo que esto ocurría, el paisaje histórico fue progresivamente sustituido por composiciones cuya única protagonista era la naturaleza. Por último, la práctica de la pintura al aire libre fue impregnando con su libertad y frescura las composiciones destinadas a los certámenes oficiales.
En Cataluña esta evolución se gestó de forma algo más tardía que en otras regiones de Europa. Su principal impulsor fue Martí i Alsina, artista que conoció de primera mano la obra de Courbet y de los paisajistas de la Escuela de Barbizon. Durante los años sesenta del siglo XIX, Martí i Alsina formó en su taller a una nueva generación de paisajistas entre los que cabe destacar a Joaquim Vayreda, creador de la Escuela de Olot, también conocida como el Barbizon catalán.
Ramon Martí i Alsina
Vista panorámica de una costa catalana (1880-1888)
Gustave Courbet
La playa de Saint-Aubin-sur-Mer (1867)
Théodore Rousseau
La choza de los carboneros (1855)
DEL POSTROMANTICISMO AL SIMBOLISMO
El naturalismo fue criticado por los propios artistas por restringirse exclusivamente a la realidad observada. Modest Urgell halló una alternativa en la recuperación del romanticismo de origen germánico, con lo que logró hacer compatibles las novedades plásticas del naturalismo con una concepción espiritual del paisaje. Para los pintores simbolistas, asimismo, el paisaje debía aspirar a un nuevo idealismo, opuesto al materialismo y utilitarismo de la época. Uno de los motivos predilectos de los pintores citados fue la noche. Los paisajistas de Barbizon ya habían mostrado interés por los cambios de luz a distintas horas del día. Pero ahora, tanto Urgell como los pintores simbolistas dotaron a sus paisajes de un nuevo halo de misterio. Los paisajes crepusculares de Urgell ofrecieron una imagen de Cataluña contrapuesta al mundo bucólico de Vayreda.
No solo el mundo rural atrajo el interés de los pintores: también la ciudad fue objeto de representaciones nocturnas. En ellas, el fragor de muelles y factorías dio paso al silencio y la melancolía. A su vez, las luces artificiales tiñeron calles y edificios con nuevas y sutiles armonías. Al papel precursor de Urgell en el paso del posromanticismo al simbolismo en Cataluña hay que añadir la contribución de Meifrèn y Graner.
John Atkinson Grimshaw
Noche con luna (1880)
Eliseu Meifrén
Paisaje nocturno (1890)
Lluis Graner i Arrufí
Puerto de noche (1900)
LA MIRADA IMPRESIONISTA
En el último tercio del siglo XIX se produjo una de las transformaciones más profundas de la historia del paisajismo. Los pintores impresionistas, en lugar de finalizar sus obras en el estudio -tal como venía siendo habitual-, extendieron la práctica de la pintura al aire libre al conjunto de su actividad artística. Rechazaron la tradicional construcción del paisaje a partir de una escala de medias tintas -del claro al oscuro-, recurriendo a todos los tonos del espectro cromático. Al mismo tiempo que eliminaban el negro de su paleta, también dejaron a la vista amplias pinceladas de color. Además de desarrollar una técnica novedosa, los impresionistas fueron los primeros en introducir en sus lienzos escenas de la vida moderna. Entre sus paisajes, son abundantes las representaciones de parques públicos y jardines.
La influencia del impresionismo francés no tardó en llegar a otros países. En Cataluña se hizo palpable ya desde 1890 en la obra de Casas y Rusiñol, mezclada junto a otros elementos tomados del naturalismo. También Meifrèn se aproximó al impresionismo en su última etapa, en la que pintó numerosas vistas de jardines mallorquines.
William Merritt Chase
En el parque (Un camino) (1890)
Willard Leroy Metcalf
La merienda campestre (1907)
Monet
La casa entre las rosas (1925)
Armand Guillaumin
Camino a Damiette (1885)
Pissarro
El huerto en Éragny (1896)
Santiago Rusiñol
La cruz de término (1892)
Alfred Sisley
Claro de un bosque (1895)
Paul Gauguin
La calle Jouvenet en Rouen (1884)
NUEVOS COMIENZOS
A principios del siglo XX empezaron a sonar voces a favor del clasicismo, como la del poeta griego afincado en París Jean Moréas, o la de los artistas Puvis de Chavannes y Aristides Maillol. La propia pintura de Paul Cézanne fue interpretada como un retorno a lo estructural tras años de predominio del sensualismo impresionista. En Cataluña, sin embargo, arraigó con gran fuerza de la mano del novecentismo de Eugeni d’Ors, movimiento a la par estético y nacionalista.
Tras unos inicios vacilantes, el novecentismo halló su expresión distintiva en los paisajes de Sunyer, imágenes de una Cataluña rural estructurada y racional en la que las personas conviven en armonía con la naturaleza. Cuando el novecentismo empezaba a perder protagonismo en el panorama artístico barcelonés, una nueva oleada clasicista europea afianzó su posición: el retorno al orden.
André Derain
La iglesia de Chatou (1909)
Josep Amat i Pagès
Vista de París (1935)
Pierre Bonnard
Claro de sol (1923)
Émile Bernard
Los acantilados de Le Pouldu (1887)
Matisse
Conversación bajo los olivos (1821)
VANGUARDIAS
La recepción de las vanguardias constituyó un hecho tardío en Cataluña. El primer eco de los ismos franceses llegó de la mano del galerista Josep Dalmau, quien en 1912 organizó una muestra cubista con fondos procedentes de París. No obstante, no fue hasta la Primera Guerra Mundial -coincidiendo con la llegada a Barcelona de artistas que huían de París- cuando los propios pintores y escultores activos en Cataluña ensayaron nuevos lenguajes plásticos. Entre ellos cabe destacar la figura del uruguayo Joaquín Torres- García, quien, junto a su compatriota Rafael Barradas y a Celso Lagar, pintó paisajes urbanos con un lenguaje sincretista, mezcla del fauvismo, del cubismo y del orfismo de Robert y Sonia Delaunay.
Miró también se inició en los lenguajes plásticos modernos a finales de la década de 1910. Apoyado por Dalmau en su proyección a París, Miró dedicó parte importante de su obra al género del paisaje y se convirtió -junto a Dalí- en figura clave del surrealismo, movimiento que arraigó con verdadera fuerza en la Cataluña de los años treinta. La influencia del surrealismo pervivió después incluso de la Guerra Civil a través de la obra de los miembros del grupo Dau al Set. Muchos de los lienzos de Tàpies, Cuixart y Ponç de finales de la década de 1940 son en realidad paisajes del inconsciente. Su negación de la realidad exterior manifiesta el distanciamiento crítico de sus autores respecto al franquismo.
Georges Braque
Marina. L'Estaque (1906)
Joan Miró
Pintura (1936)
Antoni Tàpies
A, desierto B, soledad (1950)
También os añado este video realizado por el CaixaForum en el que se puede ver la muestra al completo:
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