Visita a Figueres, la ciudad de Dalí

4/22/2012 Beldz 7 Comments


Hacía muchos años que quería visitar Figueres, una ciudad cerca de la frontera, y a pocos kilómetros de Girona, muy conocida por haber sido el lugar de nacimiento de uno de los pintores más extravagantes de todos los tiempos: Salvador Dalí. El Teatro-Museo Dalí -una de las paradas obligatorias para los amantes de este genio artístico, junto al castillo de Púbol y Portlligat- y la fortaleza de Sant Ferran, fueron los principales motivos para emprender el viaje -o excursión- a Figueres.

 Me doy cuenta de que no tengo ninguna fotografía decente del tan conocido exterior del Teatro-Museo Dalí. Ésta está extraída de la wikipedia.

Nuestra primera parada fue el Teatro-Museo Dalí. Debo reconocer que nunca me han gustado las creaciones de Salvador Dalí. Y tampoco me gustan demasiado ahora, tras visitar el museo. Será que no las entiendo (¿habrá alguien que lo haga realmente?). Otra cosa es su personalidad. Eso sí que me parece fascinante. No me extraña en absoluto que una mente como la suya pudiera imaginar esas cosas tan delirantes, disparatadas... «surrealistas» -evidentemente-. Aquel día, el museo estaba lleno de gente. No obstante, pudimos pasear con bastante tranquilidad y apreciar -no como a mí me hubiera gustado- bien las obras que estaban expuestas.


 Entrada al Teatro-Museo Dalí

El Teatro-Museo Dalí, el objeto surrealista más grande del mundo, está situado en el edificio del antiguo Teatro Municipal, construcción del siglo XIX y que fue destruido al final de la Guerra Civil. Sobre sus ruinas, Salvador Dalí decidió crear su museo: "Dónde si no en mi ciudad ha de perdurar lo más extravagante y sólido de mi obra, dónde si no? El Teatro Municipal, lo que quedó de él, me pareció muy adecuado y por tres razones: la primera, porque soy un pintor eminentemente teatral; la segunda, porque el Teatro está justo delante de la iglesia en la que fui bautizado, y la tercera, porque fue precisamente en la sala del vestíbulo del Teatro donde expuse mi primera muestra de pintura.



El Teatro-Museo Dalí contiene un amplio abanico de obras que describen la trayectoria artística del pintor ampurdanés, desde sus primeras experiencias artísticas -impresionismo, futurismo, cubismo, etc.- y sus creaciones dentro del surrealismo, hasta las obras de los últimos años de su vida. Todo en un ambiente creado por Dalí según sus propios parámetros estéticos. Algunas de las obras más destacadas que se exponen son Port Alguer (1924), El espectro del sex-appeal (1932), Autoretrato blando con bacon frito (1941), Poesía de América-Los atletas cósmicos (1943), Galarina (1945), La cesta del pan (1945), Leda atómica (1949) y Galatea de las esferas (1952).




También hay que destacar el conjunto de obras realizadas por el artista expresamente para el Teatro-Museo, como la sala Mae West, la sala Palacio del Viento, el Monumento a Francesc Pujols y el Cadillac lluvioso. También se muestran obras de obros artistas que Dalí quiso incluir en el museo: El Greco, Marià Fortuny, Modest Urgell, Ernest Meissonier, Marcel Duchamp, Wolf Vostell, Antonio Pitxot y Evarist Vallès entre otros. El Teatro-Museo Dalí hay que contemplarlo como un todo, como la gran obra de Salvador Dalí, ya que todo él fue concebido y diseñado por el artista, para ofrecer al visitante una verdadera experiencia para adentrarse en su mundo, cautivador y único.

 Sala Mae West

 Sala Palacio del Viento

Por la tarde fuimos a visitar la fortaleza de Sant Ferran, la fortaleza europea más grande del siglo XVIII. Como podréis apreciar en la fotografía aérea, el recinto se encuentra ubicado estratégicamente en un promontorio que domina todo el territorio circundante. La fortaleza es impresionante y, en mi opinión, debería ser un lugar más visitado turísticamente. No sabría deciros si fue porque hacía mal tiempo -se puso a llover cuando estábamos a punto de terminar nuestra visita-, o porque a la mayoría de la gente no le interesa este tipo de turismo cultural, pero visitamos la fortaleza absolutamente solos. En algunas ocasiones, sentí como si estuviera dentro de una novela gótica: dos personas solas, caminando por la inmensa fortaleza, derruida en su mayor parte, y a punto de llover. Fue una bonita experiencia, y una visita gratificante.

 Vista aérea de la fortaleza de Sant Ferran

Las obras fueron iniciadas el día 4 de septiembre del año 1753, siguiendo el proyecto realizado por el ingeniero general Juan Martín Zermeño. Para alzar sus grandes murallas y construir su increíble sistema defensivo exterior, se hizo preciso el trabajo diario de aproximadamente cuatro mil obreros a lo largo de trece años. Las obras de los edificios interiores se prolongaron hasta finales del siglo y algunas de ellas no llegaron a concluirse. Hasta 1792 no fue dotado de guarnición. El llamado Castillo de San Fernando de Figueres tiene un perímetro exterior, medido sobre el parapeto del camino cubierto, de 3.125 m., y uno interior, medido sobre el cordón de la muralla, de 2.100 m.  Entre el camino cubierto, dotado de traveses y amplias plazas de armas, y la propia muralla de la fortaleza, se extiende el foso que, con una superficie próxima a las 10 ha., da emplazamiento a las obras defensivas exteriores. Estas obras defensivas, conservadas intactas y en su totalidad, son: un gran hornabeque principal y otros dos menores, dos contraguardias, siete revellines -de diversos tamaños- y cinco galerías de contramina.


 

El recinto interior lo forman seis baluartes de diferente tamaño. En su espesor se encuentran ubicadas hasta un total de noventa y tres casamatas de alojamiento y de servicios para la tropa. A nivel del foso del frente Este se encuentran las caballerizas, impresionante nave de doble crujía y perfecta factura, capaz en su día de albergar 3 escuadrones de caballería, 450 plazas. El espacio interno del recinto lo ocupan nueve grandes edificios destinados a alojamiento de mandos y oficiales con sus familias y a diferentes servicios. 

Alojamientos de la tropa

El inmenso patio de armas, rodeado de los alojamientos de la tropa y de los oficiales. Nunca pongo una fotografía en la que salga mi persona, pero en esta ocasión quería mostraros -creo que se puede apreciar bastante bien- la grandeza de este patio. Una obra impresionante y digna de ver.

Patio de armas. Se puede ver la iglesia, que nunca llegó a completarse. Las columnas que debían sostener el tejado eran extraordinariamente gruesas, ya que se hicieron para aguantar bien cualquier ataque enemigo.


No cabe duda de que los siglos XVII y XVIII constituyen los siglos de oro de la ingeniería militar moderna. En aquel entonces la suerte de una campaña no se decidía en las batallas abiertas, sino por la toma o pérdida de las plazas fuertes y por ello en periodo alguno de la Historia de la Humanidad se realizaron mayores estudios ni se imaginaron mayores refinamientos aplicados tanto a la defensa como al ataque de los recintos fortificados. Paralelamente, la Monarquía española, que en aquel entonces todavía deseaba mantener un papel preponderante, se veía obligada a un constante esfuerzo militar a fin de mantener sus derechos patrimoniales sobre extensos territorios, tanto en Europa como en América. En este proceso, la ingeniería militar fue la técnica de vanguardia. 

Una de las consecuencias de la llamada Guerra de los Treinta Años fue la variación de los límites orientales entre las monarquías francesa y española. La nueva frontera, fruto del Tratado de los Pirineos (1659), retrocedía hacia el sur, dejando bajo la soberanía del rey francés los territorios catalanes situados al norte de la cordillera pirenaica y, con ellos, todo su sistema defensivo fortificado. Esta circunstancia convirtió al "Empordà" en un campo abierto de batalla durante toda la serie de conflictos que enfrentaron a las monarquías vecinas hasta bien entrado el siglo XVIII. 


Foso y murallas
Por fin, y con casi cien años de retraso, se puso remedio a la situación llevando a la práctica el proyecto de levantar una fortaleza que no tan sólo fuese un obstáculo logístico sino también capaz de dar alojamiento a una división de maniobra suficiente -infantería, caballería y artillería- para detener o al menos dificultar los intentos de invasión del país. Este fue el motivo de la construcción de la Real Plaza de Guerra de San Fernando de Figueres, que siguiendo la costumbre de la época, recibió el nombre patronímico del monarca entonces reinante, Fernando VI. El acierto y la prudencia de este monarca singular y la competencia y honradez de aquellos que gozaron de su confianza propiciaron una hábil política internacional, que dio como fruto un insólito periodo de paz y prosperidad. Jamás la Real Hacienda se había visto en tal estado de salud que le permitiese, sin quebranto, la realización de un proyecto que desembocó en la más monumental construcción de uso exclusivamente militar de su época.

Durante la Guerra de la Independencia (1808-14) y como otras plazas fuertes españolas, San Fernando fue ocupado por las tropas napoleónicas. En este período se produjo la muerte del general Álvarez de Castro, defensor de la ciudad de Girona en el horrible sitio de 1809. Este hecho, envuelto en la leyenda, ha pasado a formar parte de la memoria popular de la comarca.

Poco después de la muerte del general, en abril de 1811, San Fernando fue recuperado por las tropas de la Junta Superior del Principado, mediante un audaz golpe de mano digno del mejor film de aventuras, manteniéndose la fortaleza por espacio de cinco meses. Esta circunstancia dio lugar al único asedio sufrido por la misma. A lo largo del siglo XIX San Fernando siguió los acontecimientos políticos y sociales del país desde su papel de pequeña guarnición de provincia. En los últimos momentos de la Guerra Civil en Cataluña, San Fernando fue la sede del Gobierno de la República española. El 1 febrero de 1939 tuvo lugar en la fortaleza la última reunión en territorio español de las Cortes republicanas. Finalizada la guerra se convertió en un gran acuartelamiento y posteriormente en prisión militar. 

Patio con azulejos de influencia árabe

Las inmensas caballerizas

Información extraída de: Teatro-Museo Dalí y Les fortaleses catalanes.
               

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Premio Liebster Blog

4/15/2012 Beldz 8 Comments


Noelia, del fantástico blog Una mujer artista, me ha regalado un premio: Liebster Blog -que en alemán significa favorito o más querido-. Sabéis que nunca suelo poner este tipo de cosas por aquí, pero me ha hecho ilusión porque es el primero que me otorgan. También creo que debo destacarlo porque lo voy a otorgar a otros blogs que, en mi opinión, se merecen un reconocimiento. Estas son las bases que hay que seguir:

 
  • Nominar a 5 blogs que NO lleguen a los 200 seguidores, pero que por su contenido merezcan un reconocimiento.
  • Luego estos blogs deben copiar y pegar el premio en su blog y enlazarlo al blog que lo otorgó.
  • Señalar tus cinco blogs preferidos con menos de 200 seguidores y dejarles un comentario en sus blogs avisándoles de que han recibido el premio.
  • Y por último, esperar que continúen la cadena y nominen a sus cinco favoritos.

Y los cinco blogs que elijo:


¡Me hubiera gustado nominar a muchos más! Perdón a los que se hayan quedado fuera. Espero que sepan que también me paso por sus blogs cuando el tiempo libre me lo permite. ¡¡Y muchas gracias, Noelia!!

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Herejías medievales (Parte III)

4/10/2012 Beldz 3 Comments


A finales de la Edad Media aparecieron dos herejes que podemos considerar los precursores de las tendencias religiosas de la Edad Moderna. Uno de ellos fue John Wyclif, el primer gran hereje de Inglaterra que ofreció una alternativa a las doctrinas de la Iglesia católica.

John Wyclif

Wyclif fue doctor de teología en la Universidad de Leicester y catedrático de Oxford. Sus ideas también iban dirigidas hacia la crítica de los excesos del clero y de la riqueza de la Iglesia. Para él, la verdadera Iglesia estaba formada por escogidos que debían practicar la pobreza y la humildad. Rechazaba el papel intercesor del clero y predicaba que ni la Iglesia ni sus ministros eran necesarios como intermediarios para entender las Sagradas Escrituras. Creía que Dios era un ser eterno omnisciente conectado con el mundo que había creado. La Bíblia era el libro sagrado que contenía la verdadera palabra de Dios, el reflejo de su voluntad. El éxito de Wyclif también residió en sus ideas políticas, que le ayudaron a ganarse el apoyo de los poderes seculares de Inglaterra: decía que el clero debía estar subordinado al rey, y la Corona era la más adecuada para llevar a cabo la reforma de la Iglesia: el poder secular estaba otorgado por Dios. El rechazo que sentía por la Iglesia terrenal, a causa de su desviación de las enseñanzas de los Evangelios y de la acumulación de riquezas y de poder, demuestra la importancia que para Wyclif tenía la Bíblia y la Iglesia primitiva. Lo que marcó el paso de reformador radical a hereje fue su doctrina sobre la Eucaristía: Wyclif rechazaba el principio de la transubstanciación, es decir, la conversión del pan en el cuerpo de Cristo y del vino en la sangre de Cristo. Para Wyclif, la sustancia del pan y del vino continuaban estando presentes tras la consagración, sin que el cuerpo ni la sangre de Cristo lo fueran físicamente, sino tan sólo figurativamente -consubstanciación-. Este hecho fue el principal que lo llevó a ser condenado por hereje. Sus seguidores, llamados lolardos, aparecieron entre sus partidarios de Oxford y adoptaron la doctrina sobre la Eucaristía predicada por Wyclif. Hacia 1382 se tomaron medidas contundentes para suprimir este movimiento. Los lolardos sobrevivieron clandestinamente hasta el siglo XV.



Jan Hus

El movimiento reformista de Jan Hus se inició en Bohemia -se convertiría en el inspirador de la Iglesia nacional checa-. En Bohemia, la Iglesia había llegado a un punto tal de poder que era el mayor terrateniente, superando incluso las posesiones del rey. Jan Hus era un teólogo e intelectual que había oído hablar de las enseñanzas de Wyclif. Su doctrina había llegado a Bohemia gracias a la relación existente entre la Universidad de Oxford y la de Praga. Como también lo había sido el teólogo de Leicester y Oxford, Jan Hus se convirtió en el líder del movimiento reformista checo, precursor de los reformadores del siglo XVI. También criticaba el excesivo poder acumulado por la Iglesia terrenal e insistía en que la verdadera Iglesia era invisible. Negaba que el Papa fuera el sucesor directo de Pedro y que el Papado no era divino, sino una institución humana. Fue condenado por hereje por su concepción de la verdadera Iglesia como una asociación de escogidos. Cristo era el líder de la Iglesia y no el Papa. La reforma que él había iniciado, conocida como la reforma husita, continuó tras su muerte en la hoguera, conduciendo a la revolución. Su radicalismo llevó a una guerra abierta que acabó en 1436 con la derrota husita y taborista -su ala radical-.

Con la supresión de este movimiento llegamos al final de las herejías medievales y entramos en un período seguramente igual de turbulento, influenciado por estas ideas de reforma, con la aparición de las doctrinas de Lutero y las guerras de religión de la Edad Moderna.
          

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Herejías medievales (Parte II)

4/06/2012 Beldz 6 Comments


Continuamos el repaso por algunas de las herejías más importantes de la Edad Media. En esta ocasión, hablaré un poco de los Apostolici y de las beguinas, y trataré uno de los movimientos más interesantes y más difíciles de erradicar: los cátaros. Debido a la extensión, cerraré el resumen en una tercera parte con los herejes de finales de la Edad Media: John Wyclif y Jan Hus.

El catarismo

Podemos considerar a los cátaros como el movimiento hereje más conocido, más mitificado y más estudiado de la época medieval. El catarismo ha originado una cantidad ingente de literatura, por la atracción que suponían sus rituales secretos de iniciación y sus creencias, tan radicales para mucha gente. Pero no más radicales que las de los bogomilos, de los cuales extrayeron buena parte de sus doctrinas.

El catarismo empezó cuando los misioneros bogomilos llegaron a Europa occidental, difundiendo así su creencia, que fue adoptada por los cristianos, principalmente en Francia. Como adoptaron una doctrina dualista, pensaban que el mundo terrenal había sido creado por el diablo, por un dios maligno. Por eso tenían prohibidos los placeres terrenales; no bebían leche ni comían nada que fuera resultado de un acto sexual. También rechazaban el agua del bautismo porque estaba contaminada, y tenían prohibido el matrimonio. Practicaban, como los bogomilos, una cristología docetista, por la cual Cristo sólo había sido encarnado aparentemente, y no de manera real. Vivían de forma sencilla y se mostraban críticos con la ostentación del clero. El catarismo, no osbtante, también creó una estructura jerárquica. Al frente de las iglesias cátaras había los obispos, que administraban el consolamentum, un ritual que elevaba al creyente ordinario al rango de perfectus. Los perfectos, tanto hombres como mujeres, constituían el orden sacerdotal de la Iglesia cátara y adoptaban una vida de pobreza y de castidad. En un rango inferior se encontraban los laicos que profesaban el catarismo y ayudaban a los perfectos en cuestiones como el alojamiento, la protección personal o la asistencia en sus sermones.

  La cruzada albigense

Los cátaros también recibieron el apoyo o, al menos, los toleraban o simpatizaban con su causa, de algunos nobles de la zona de Toulouse y del Languedoc. Este fue el caso de Ramón VI, conde de Toulouse. Aunque profesaba la fe católica y había demostrado su apoyo a la Iglesia oficial, adoptó una actitud pasiva frente a la herejía cátara, dejando que predicaran tranquilamente por sus posesiones. Este hecho difundió las sospechas de que Ramón pudiera ser simpatizante de la causa cátara o que fuera uno de ellos. Un legado personal del Papa, Pere de Castelnau, lo invitó a que se uniera a una liga que había creado con otros nobles contrarios al catarismo, pero Ramón se negó. Ahora sí que parecía clara su vinculación con los herejes. La respuesta de su excomunión no tardó en llegar. No obstante, éste no sería el único problema: en 1209, el Papa Inocencio III, con el fin de erradicar la herejía en el sur de Francia, convocó una cruzada -conocida como la cruzada albigense-. El éxito de esta convocatoria fue inmediato. Los caballeros franceses se alistaron con la finalidad de obtener recompensas espirituales y adquirir tierras en el sur si acaban con la herejía. Mientras el conde Ramón intentaba conseguir de nuevo el favor del Papa, la difusión de la cruzada, a la que también se unieron los monjes cistercienses, aumentaba considerablemente. El 22 de julio tuvo lugar uno de los episodios más sangrientos de la cruzada: la masacre de cátaros en la ciudad de Béziers. Seguidamente, y tras un asedio de dos semanas, caía uno de los bastiones cátaros más emblemáticos, Carcasona. El mando de la cruzada recayó ahora en Simón de Montfort, conde de Leicester y vizconde de Béziers y de Carcasona. Simón de Montfort había participado en la Cuarta Cruzada a Tierra Santa y ahora parecía un líder claro e importante en la erradicación de la herejía. Pero fue precisamente la ciudad de Toulouse la que rechazó su autoridad. Por eso, en 1217, se inició un asedio, en el cual Ramón VI tuvo un papel importante en la defensa de la ciudad en contra de las pretensiones de Montfort. El asedio duró nueve meses, en el transcurso de los cuales murió Simón de Montfort. Con el asedio de Toulouse se puso fin a la primera fase de la cruzada albigense.

  El bastión cátaro por excelencia: Montségur

Evidentemente, la cruzada no erradicó la herejía. Los cátaros continuaron predicando sus creencias y, por lo tanto, la Iglesia tuvo que intensificar aún más los ataques en contra de la herejía: hacia el 1230, la aparición de la Inquisición confinó a los cátaros a la clandestinidad. Y junto con la pérdida de apoyo de la nobleza, el movimiento inició un declive progresivo. La toma de Montségur en 1244 y el asesinato de los perfectos cátaros que allí residían significó el principio del fin de la herejía. El catarismo, no obstante, experimentó un leve renacimiento a principios del siglo XIV con Pierre Autier, considerado el último misionero cátaro más importante, y sus seguidores. Predicaron una corriente dualista radical del catarismo que, en ocasiones, se alejaba de las creencias cátaras anteriores. En 1310, Pierre Autier fue condenado por hereje por los inquisidores Bernard Gui y Geoffrey d'Abis, y quemado en la hoguera. El catarismo había llegado a su fin. No obstante, ésto no significó la supresión de la herejía en Europa. Existieron más grupos o movimientos que seguían una tendencia dualista y criticaban ardientemente el estamento eclesiástico.

Los Apostolici

Los Apostolici, liderados por fra Dolcino, fueron una de esas herejías radicales, surgidas en Italia, que se oponían violentamente a la Iglesia de Roma. Llevaban una vida de pobreza absoluta y evangelización, rechazaban al clero y a los Sacramentos y difundían doctrinas antisacerdotales. Sus influencias procedían de los Franciscanos Espirituales, la pobreza de los cuales tomaron de forma extremista, y de Joachim de Fiore, un monje calabrés que acabaría siendo considerado un hereje por sus ideas proféticas y escatológicas. Fra Dolcino, tomando como bases esas ideas, anunciaba profecías, según él inspiradas por Dios, como la próxima destrucción de la Iglesia corrupta y su entronización como Papa de la cristiandad. Aunque muchas de las profecías que predicó no se cumplieron, Dolcino continuó teniendo mucho seguidores devotos. El movimiento llegó incluso a unos extremos violentos considerables: se dedicaron a destruir diversos pueblos y a profanar las reliquias de las iglesias. Finalmente, Dolcino fue encarcelado, torturado y su cuerpo desmembrado. Sus seguidores más próximos también fueron ejecutados. No obstante, la herejía pervivió clandestinamente hasta el siglo XV.



Las beguinas

Otro caso lo encontramos en un movimiento femenino, el de las beguinas, surgido a finales del siglo XII en Lieja. Las beguinas eran aceptadas por la jerarquía eclesiástica y disfrutaban de una cierta popularidad. Vivían solas o en pequeñas comunidades, llevaban una vida de pobreza apostólica y de castidad, y pedían a la Iglesia que respondiera sobre sus demandas espirituales. Una de las beguinas más importantes fue Marguerite Porete. Entre 1296 y 1306, escribió «El Espejo de las Almas Simples», momento en que empezó a llamar la atención de la Iglesia. En este libro, Marguerite exponía sus ideas sobre la vía mística para llegar a Dios. Era un manual que ofrecía orientación espiritual a los creyentes individuales y un tratado místico que exploraba la relación entre el amor humano y el divino y su capacidad para llevar al alma a una unión con Dios. Diversos eruditos, como el frasciscano Juan de Quaregnon, declararon que la obra no podía ser considerada como herética  -incluso, en el siglo XIV, se hicieron numerosas traducciones y ediciones-. ¿Por qué, entonces, fue ejecutada por hereje? Una de las causas fue su negativa a responder a las preguntas del inquisidor y a defender a ultranza sus doctrinas. Otra fue el temor de la Iglesia por el surgimiento y consolidación de las herejías generalizadas. Su ejecución la podríamos considerar una injusticia: Marguerite no se declaraba abiertamente hostil hacia la Iglesia, como lo habían hecho otros movimientos, ni proponía ninguna doctrina contraria ni radical a la oficial. No obstante, su condena respondía al clima de desconfianza que había poseído a la Iglesia desde el resurgimiento de las herejías en el siglo X.
        

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4/04/2012 Beldz 0 Comments


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