Visita a Figueres, la ciudad de Dalí
Hacía muchos años que quería visitar Figueres, una ciudad cerca de la frontera, y a pocos kilómetros de Girona, muy conocida por haber sido el lugar de nacimiento de uno de los pintores más extravagantes de todos los tiempos: Salvador Dalí. El Teatro-Museo Dalí -una de las paradas obligatorias para los amantes de este genio artístico, junto al castillo de Púbol y Portlligat- y la fortaleza de Sant Ferran, fueron los principales motivos para emprender el viaje -o excursión- a Figueres.
Me doy cuenta de que no tengo ninguna fotografía decente del tan conocido exterior del Teatro-Museo Dalí. Ésta está extraída de la wikipedia.
Nuestra primera parada fue el Teatro-Museo Dalí. Debo reconocer que nunca me han gustado las creaciones de Salvador Dalí. Y tampoco me gustan demasiado ahora, tras visitar el museo. Será que no las entiendo (¿habrá alguien que lo haga realmente?). Otra cosa es su personalidad. Eso sí que me parece fascinante. No me extraña en absoluto que una mente como la suya pudiera imaginar esas cosas tan delirantes, disparatadas... «surrealistas» -evidentemente-. Aquel día, el museo estaba lleno de gente. No obstante, pudimos pasear con bastante tranquilidad y apreciar -no como a mí me hubiera gustado- bien las obras que estaban expuestas.
El Teatro-Museo Dalí, el objeto surrealista más grande del mundo, está situado en el edificio del antiguo Teatro Municipal, construcción del siglo XIX y que fue destruido al final de la Guerra Civil. Sobre sus ruinas, Salvador Dalí decidió crear su museo: "Dónde si no en mi ciudad ha de perdurar lo más extravagante y sólido de mi obra, dónde si no? El Teatro Municipal, lo que quedó de él, me pareció muy adecuado y por tres razones: la primera, porque soy un pintor eminentemente teatral; la segunda, porque el Teatro está justo delante de la iglesia en la que fui bautizado, y la tercera, porque fue precisamente en la sala del vestíbulo del Teatro donde expuse mi primera muestra de pintura.
El Teatro-Museo Dalí contiene un amplio abanico de obras que describen la trayectoria artística del pintor ampurdanés, desde sus primeras experiencias artísticas -impresionismo, futurismo, cubismo, etc.- y sus creaciones dentro del surrealismo, hasta las obras de los últimos años de su vida. Todo en un ambiente creado por Dalí según sus propios parámetros estéticos. Algunas de las obras más destacadas que se exponen son Port Alguer (1924), El espectro del sex-appeal (1932), Autoretrato blando con bacon frito (1941), Poesía de América-Los atletas cósmicos (1943), Galarina (1945), La cesta del pan (1945), Leda atómica (1949) y Galatea de las esferas (1952).
También hay que destacar el conjunto de obras realizadas por el artista expresamente para el Teatro-Museo, como la sala Mae West, la sala Palacio del Viento, el Monumento a Francesc Pujols y el Cadillac lluvioso. También se muestran obras de obros artistas que Dalí quiso incluir en el museo: El Greco, Marià Fortuny, Modest Urgell, Ernest Meissonier, Marcel Duchamp, Wolf Vostell, Antonio Pitxot y Evarist Vallès entre otros. El Teatro-Museo Dalí hay que contemplarlo como un todo, como la gran obra de Salvador Dalí, ya que todo él fue concebido y diseñado por el artista, para ofrecer al visitante una verdadera experiencia para adentrarse en su mundo, cautivador y único.
Por la tarde fuimos a visitar la fortaleza de Sant Ferran, la fortaleza europea más grande del siglo XVIII. Como podréis apreciar en la fotografía aérea, el recinto se encuentra ubicado estratégicamente en un promontorio que domina todo el territorio circundante. La fortaleza es impresionante y, en mi opinión, debería ser un lugar más visitado turísticamente. No sabría deciros si fue porque hacía mal tiempo -se puso a llover cuando estábamos a punto de terminar nuestra visita-, o porque a la mayoría de la gente no le interesa este tipo de turismo cultural, pero visitamos la fortaleza absolutamente solos. En algunas ocasiones, sentí como si estuviera dentro de una novela gótica: dos personas solas, caminando por la inmensa fortaleza, derruida en su mayor parte, y a punto de llover. Fue una bonita experiencia, y una visita gratificante.
Vista aérea de la fortaleza de Sant Ferran
Las obras fueron iniciadas el día 4 de septiembre del año 1753, siguiendo el proyecto realizado por el ingeniero general Juan Martín Zermeño. Para alzar sus grandes murallas y construir su increíble sistema defensivo exterior, se hizo preciso el trabajo diario de aproximadamente cuatro mil obreros a lo largo de trece años. Las obras de los edificios interiores se prolongaron hasta finales del siglo y algunas de ellas no llegaron a concluirse. Hasta 1792 no fue dotado de guarnición. El llamado Castillo de San Fernando de Figueres tiene un perímetro exterior, medido sobre el parapeto del camino cubierto, de 3.125 m., y uno interior, medido sobre el cordón de la muralla, de 2.100 m. Entre el camino cubierto, dotado de traveses y amplias plazas de armas, y la propia muralla de la fortaleza, se extiende el foso que, con una superficie próxima a las 10 ha., da emplazamiento a las obras defensivas exteriores. Estas obras defensivas, conservadas intactas y en su totalidad, son: un gran hornabeque principal y otros dos menores, dos contraguardias, siete revellines -de diversos tamaños- y cinco galerías de contramina.
El recinto interior lo forman seis baluartes de diferente tamaño. En su espesor se encuentran ubicadas hasta un total de noventa y tres casamatas de alojamiento y de servicios para la tropa. A nivel del foso del frente Este se encuentran las caballerizas, impresionante nave de doble crujía y perfecta factura, capaz en su día de albergar 3 escuadrones de caballería, 450 plazas. El espacio interno del recinto lo ocupan nueve grandes edificios destinados a alojamiento de mandos y oficiales con sus familias y a diferentes servicios.
Alojamientos de la tropa
El inmenso patio de armas, rodeado de los alojamientos de la tropa y de los oficiales. Nunca pongo una fotografía en la que salga mi persona, pero en esta ocasión quería mostraros -creo que se puede apreciar bastante bien- la grandeza de este patio. Una obra impresionante y digna de ver.
Patio de armas. Se puede ver la iglesia, que nunca llegó a completarse. Las columnas que debían sostener el tejado eran extraordinariamente gruesas, ya que se hicieron para aguantar bien cualquier ataque enemigo.
No cabe duda de que los siglos XVII y XVIII constituyen los siglos de oro de la ingeniería militar moderna. En aquel entonces la suerte de una campaña no se decidía en las batallas abiertas, sino por la toma o pérdida de las plazas fuertes y por ello en periodo alguno de la Historia de la Humanidad se realizaron mayores estudios ni se imaginaron mayores refinamientos aplicados tanto a la defensa como al ataque de los recintos fortificados. Paralelamente, la Monarquía española, que en aquel entonces todavía deseaba mantener un papel preponderante, se veía obligada a un constante esfuerzo militar a fin de mantener sus derechos patrimoniales sobre extensos territorios, tanto en Europa como en América. En este proceso, la ingeniería militar fue la técnica de vanguardia.Una de las consecuencias de la llamada Guerra de los Treinta Años fue la variación de los límites orientales entre las monarquías francesa y española. La nueva frontera, fruto del Tratado de los Pirineos (1659), retrocedía hacia el sur, dejando bajo la soberanía del rey francés los territorios catalanes situados al norte de la cordillera pirenaica y, con ellos, todo su sistema defensivo fortificado. Esta circunstancia convirtió al "Empordà" en un campo abierto de batalla durante toda la serie de conflictos que enfrentaron a las monarquías vecinas hasta bien entrado el siglo XVIII.
Foso y murallas
Por fin, y con casi cien años de retraso, se puso remedio a la situación llevando a la práctica el proyecto de levantar una fortaleza que no tan sólo fuese un obstáculo logístico sino también capaz de dar alojamiento a una división de maniobra suficiente -infantería, caballería y artillería- para detener o al menos dificultar los intentos de invasión del país. Este fue el motivo de la construcción de la Real Plaza de Guerra de San Fernando de Figueres, que siguiendo la costumbre de la época, recibió el nombre patronímico del monarca entonces reinante, Fernando VI. El acierto y la prudencia de este monarca singular y la competencia y honradez de aquellos que gozaron de su confianza propiciaron una hábil política internacional, que dio como fruto un insólito periodo de paz y prosperidad. Jamás la Real Hacienda se había visto en tal estado de salud que le permitiese, sin quebranto, la realización de un proyecto que desembocó en la más monumental construcción de uso exclusivamente militar de su época.Durante la Guerra de la Independencia (1808-14) y como otras plazas fuertes españolas, San Fernando fue ocupado por las tropas napoleónicas. En este período se produjo la muerte del general Álvarez de Castro, defensor de la ciudad de Girona en el horrible sitio de 1809. Este hecho, envuelto en la leyenda, ha pasado a formar parte de la memoria popular de la comarca.
Poco después de la muerte del general, en abril de 1811, San Fernando fue recuperado por las tropas de la Junta Superior del Principado, mediante un audaz golpe de mano digno del mejor film de aventuras, manteniéndose la fortaleza por espacio de cinco meses. Esta circunstancia dio lugar al único asedio sufrido por la misma. A lo largo del siglo XIX San Fernando siguió los acontecimientos políticos y sociales del país desde su papel de pequeña guarnición de provincia. En los últimos momentos de la Guerra Civil en Cataluña, San Fernando fue la sede del Gobierno de la República española. El 1 febrero de 1939 tuvo lugar en la fortaleza la última reunión en territorio español de las Cortes republicanas. Finalizada la guerra se convertió en un gran acuartelamiento y posteriormente en prisión militar.
Patio con azulejos de influencia árabe
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