John Martin: sublime apocalÃptico
Si ahora mismo me preguntarais de qué pintor estoy más obsesionada, os dirÃa, sin duda, que de John Martin (1789-1854). No recuerdo cómo, ni a través de qué fuente lo descubrÃ; sólo sé que cuando vi por primera vez La destrucción de Sodoma y Gomorra me impresionó muchÃsimo. Me asombró esa pincelada enérgica, caracterÃstica del pintor, para reflejar la sensación de caos y desolación que el tema requerÃa. Y es que las pinturas de John Martin son una clara muestra de lo sublime y de lo apocalÃptico en el arte.
Quizá deberÃamos comentar un poco el concepto de lo sublime -otro tema que me ha obsesionado bastante tiempo-, no sólo para entender mejor la pintura de John Martin, sino también para comprender un poco más el arte romántico. Lo sublime no es un concepto que debamos relacionar con la razón: hace referencia a una sensación que supera lo normal; lo sublime es desproporción, exceso, exageración; se encuentra en la forma ilimitada. En estética, este término hizo fortuna en el siglo XVIII, aunque ya habÃa aparecido en el siglo III en una obra de
Pseudo-Longino, "
Sobre lo sublime". A partir de ese momento, cuando las ideas de la Ilustración empezaron a desmoronarse, se recuperó el concepto de lo sublime y, sobre todo, se lo relacionó con el de la belleza. Fueron, principalmente,
Edmund Burke -"
Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello" (1756) e
Immanuel Kant los que debatieron con más intensidad esta relación de términos. Burke vinculó lo sublime con la grandeza y la intensidad. La belleza implicaba quietud; en cambio lo sublime implicaba dinamismo. Por ejemplo, una luz extremadamente fuerte se relaciona con lo sublime porque hace desaparecer las formas. También es una experiencia sublime cuando se pasa de un ambiente con mucha luz a uno con una oscuridad absoluta, ya que, como nos conmociona, es sublime. No obstante, ha de proporcionarnos una reacción de placer, antes o después del suceso. Si estoy en una situación terrorÃfica, tan sólo experimentaré terror: en las pinturas de
Friedrich, como en el "
Caminante ante un mar de niebla", el protagonista se ve superado por la inmensidad de la naturaleza; pero eso no le proporciona terror, sino placer e inquietud ante esa inconmensurabilidad; se siente impotente ante ese poder. Contrariamente, la belleza se define por la proporción, la simetrÃa y la medida en las formas. Esta idea la podemos encontrar bien explicada en las teorÃas de
Winckelmann, historiador del arte del siglo XVIII: para él, la belleza absoluta se encontraba en la escultura griega antigua, porque habÃa perfección, idealización y proporción.
En definitiva, podrÃamos definir lo sublime con los términos grandeza, gravedad y dinamismo. Y es precisamente eso lo que encontramos en las pinturas de John Martin. Fue educado en un ambiente extremadamente religioso -su madre era una ferviente protestante- que influyó en su posterior producción pictórica, la gran mayorÃa de temática bÃblica -son frecuentes las imágenes de condenación y salvación, como su extraordinaria trilogÃa del dÃa del juicio final, compuesta por
The Great Day of His Wrath,
The Last Judgement y
The Plains of Heaven-. Aunque sus inicios fueron difÃciles, acabó consiguiendo una extraordinaria fama: la arquitectura ecléctica y grandilocuente que solÃa utilizar -una especie de mezcla egipcia, babilónica y griega-, fascinaba a sus contemporáneos. También sus efectos de luz, la vastedad de sus composiciones y la angustiante atmósfera producÃan en el público una sensación opresiva y abrumadora. Todo ello no hacÃa más que responder al clima social y cultural de la época: el ambiente revolucionario que se vivÃa en Europa, el nacimiento de la industria y el estricto orden social establecido, la explotación colonial y la esclavitud; la insalubridad de las ciudades y las diversas epidemias de cólera que tuvieron lugar en Inglaterra; todo ello unido a la superstición, al sentido de lo apocalÃptico, al desastre, al gusto por la profecÃa y lo sobrenatural -eran muy famosos los espectáculos de fantasmagorÃas, donde los juegos de luces provocaban la aparición de espectros-. No es de extrañar, entonces, que las obras de John Martin tuvieran tanto éxito, porque respondÃan a las inquietudes de su tiempo. Para más información sobre su vida, os dejo con un pequeño resumen extraÃdo del "
Diccionario de arte", de Ian Chilvers:
Pintor romántico y grabador inglés, célebre por sus melodramáticas escenas de acontecimientos catastróficos, repletas de figuras diminutas situadas en vastos escenarios arquitectónicos. Cautivó la imaginación del público con pinturas espectaculares como Josué ordenando al sol que se detenga, la obra que le hizo famoso, y en 1821 Lawrence se referÃa a él como "el pintor más popular del momento". Su obra fue verdaderamente popular, desde luego, ya que en las exposiciones de sus cuadros a veces habÃa que separarlos con rejas de las muchedumbres de admiradores; vivió sobre todo de la venta de grabados de sus cuadros, más que de los cuadros mismos. Se hizo famoso en Francia igual que en Gran Bretaña, fue condecorado por Leopoldo I de Bélgica, y su influencia se dejó sentir en artistas norteamericanos como Cole. Sin embargo, a la vez que gustaba al gran público y que algunos admiradores le consideraban uno de los mayores genios de la historia, fue denostado por Ruskin y otros crÃticos, que consideraron su obra sensacionalista y vulgar. Pocos artistas, en efecto, han sido objeto de tales extremos de fortuna crÃtica, y su fama se hundió hasta un grado tan asombroso tras su muerte, que algunos de sus enormes cuadros, antaño famosos, fueron vendidos en la década de 1930 por una cifra tan pequeña como dos libras esterlinas. En la década de 1970 recuperó en gran parte su reputación.
Martin hizo grabados a la manera negra no sólo como forma de reproducir sus pinturas, sino a la vez como composiciones originales. Especialmente dignas de mención son sus ilustraciones de la Biblia y del ParaÃso perdido de John Milton, que muestran que aunque tenÃa grandes debilidades como artista, especialmente en su dibujo de la figura humana, también tenÃa viveza y grandilocuencia de imaginación nada desdeñables en temas tan elevados.Assuaging of the Waters
Belshazzar's Feast
Cadmus and the Dragon
Diogenes Throwing Away His Cup
Fonthill Abbey
The Fall of Babylon
The Courts of God
Satan Presiding Over the Infernal Council
The Bridge Over Chaos (from Paradise Lost)
The Seventh Plague of Egypt The Great Day of His Wrath
The Last Judgement
The Plains of Heaven
Joshua Commanding the Sun to Stand Still upon Gibeon
The Destruction of Sodom and Gomorrah
Manfred and the Alpine Witch
King Arthur and Aegle in the Happy Valley
The Celestial City and the River of Bliss
The Eve of the Deluge
El 21 de septiembre, la
Tate Britain de Londres inaugura una gran retrospectiva sobre John Martin, la primera desde hace más de treinta años. Una oportunidad única para ver reunidas una buena cantidad de obras del pintor -algunas de ellas no vistas con anterioridad- y constatar su conexión con nuestro mundo actual (podemos ver su rastro, por ejemplo, en el productor y técnico de efectos especiales
Ray Harryhausen).
La exposición es una muestra de la reivindicación y recuperación de una de las figuras más importantes del arte inglés del siglo XIX. El pasado octubre también apareció un libro monográfico sobre el pintor, escrito por
Barbara C. Morden. Aunque hace un panorama bastante extenso sobre su vida y sobre la sociedad de su época, las ilustraciones que acompañan el texto dejan mucho que desear, pues no son de la más alta calidad (cosa que todo buen libro de arte requiere) y algunas no se aprecian en su totalidad. No obstante, es el libro más reciente y -me atreverÃa a decir- el único que se puede encontrar actualmente dedicado a John Martin, a excepción de su
autobiografÃa, publicada a principios de año por la Tate.
ACTUALIZACIÓNDos vÃdeos subidos por la Tate Britain: uno, anunciando la exposición; el otro, Ray Harryhausen hablando sobre John Martin:
4 comentarios:
Publicar un comentario