Los jardines Artigas, un pequeño proyecto de Antoni Gaudí

8/25/2017 Anna 5 Comments

No sabéis la cantidad de años que hacía que quería visitar estos jardines. Una parte de mi familia vive cerca, pero por una razón u otra, no íbamos nunca. Este verano me dije: ¡de agosto no pasa! Y, por suerte, así fue. Estaba decidida a ir sola si era necesario, pero al final mi padre me acompañó. ¡Qué bien nos lo pasamos! Estos jardines se encuentran en La Pobla de Lillet y la mayoría de la gente llega allí gracias a un trenecillo de época, el Tren del Ciment, que sale de esa misma población. Por si os interesa, os dejo aquí el enlace a su web. Nosotros quisimos subir en coche y debo decir que las indicaciones pueden llevar a confusión. Resulta que para llegar a los jardines... ¡tienes que pasar con el coche por la misma vía del tren! Nos extrañó un montón. Por suerte, pudimos preguntar a un habitante que justo pasaba por allí y nos indicó incluso la hora en que subía y bajaba el tren. Claro, para no encontrárnoslo de frente. Tenedlo en cuenta por si preferís llegar allí en coche.

Vista de la entrada a los jardines Artigas, con el magnífico puente de piedra.

¿Pero por qué son especiales estos jardines? Pues porque los diseñó Antoni Gaudí. Os preguntaréis qué hacía Gaudí en estas montañas y cómo llegó a construir esta belleza arquitectónica rodeada de naturaleza. Todo tiene su relación con la fábrica de cemento Asland que se construyó a principios del siglo XX en Castellar de n'Hug, muy cerca de estos jardines. Os ampliaré esta información próximamente, ya que también fuimos a visitarla. Resulta que Eusebi Güell, un destacado miembro de la burguesía catalana, decidió construir esta fábrica para abastecer de cemento a la región y la diseñó con un sistema de bóvedas patentadas por Rafael Guastavino (otro arquitecto que hizo fortuna en Estados Unidos. Como muestra, mirad la magnífica bóveda de la iglesia St. John the Divine que construyó en Nueva York). La arquitectura de esta fábrica es maravillosa. No desmerece este calificativo que he leído: es una obra arquitectónica singular de primera magnitud. El problema es que el carbón que utilizaba la fábrica se extraía de las minas del Catllaràs, que estaban situadas a una distancia considerable. Para ello, Eusebi Güell encargó a Antoni Gaudí, que en aquella época ya era un reconocidísimo arquitecto, la construcción de un chalet que sirviera de vivienda para los trabajadores e ingenieros de las minas que abastecían de carbón a la fábrica de cemento.

La fábrica de cemento Asland vista desde la carretera. Ahora alberga un centro de interpretación y puede visitarse también el interior. Aunque está en muy mal estado, sirve a la perfección para hacerse una idea de la magnitud de lo que había sido.

Durante el tiempo que Gaudí necesitó para diseñar esta vivienda, entre 1905 y 1906, se alojó en casa de la familia Artigas, propietarios de una de las fábricas textiles más prósperas de aquella época. Sabed que en todo el curso del río Llobregat, que justo pasa por aquí, había muchas fábricas téxtiles. Era una de las industrias más importantes de Catalunya a principios del siglo XX. En agradecimiento por su hospitalidad, Gaudí les regaló el diseño de estos jardines en un terreno que la familia tenía justo delante de su casa y de su fábrica textil. ¡Un jardín privado pequeño, pero impresionante! En él, Gaudí dejó su huella y su pensamiento arquitectónico. ¿Os apetece verlo con más detalle?

Como os comentaba al principio, para llegar en coche hay que pasar por la misma vía del tren. El trayecto es muy corto y hay una explanada en la que aparcar. Luego, como se ve en la imagen, hay que caminar por los laterales de la vía para llegar a los jardines.

Precisamente, lo que más me gustó de estos jardines fue la gran armonía existente entre la arquitectura y el entorno natural. Gaudí diseñó cada elemento en función de su ubicación, estableciendo un recorrido con varios puntos de interés y destacando, como veremos, la glorieta y el puente de piedra. Un vistazo rápido sirve para darse cuenta de la marca de su autor. ¡Indudablemente gaudiniano! Tras el cierre de la fábrica textil y el abandono de la casa por parte de la familia Artigas, los jardines quedaron abandonados hasta 1992, año en que se emprendió una restauración y se abrieron al público.

Una vez comprado el ticket de entrada, lo primero que destaca es el puente de piedra hecho con arcos de medio punto. Sin embargo, el recorrido no empieza atravesando este puente, si no que acaba aquí.



La fuente del buey 
Como en otras obras de Gaudí, en los jardines Artigas el arquitecto también incluyó símbolos cristianos. En este caso, incluyó al Tetramorfos, los símbolos de los cuatro evangelistas. Aquí encontramos al primero, el buey, símbolo del evangelista San Lucas.

La fuente de la cascada
Justo al lado de este panel en forma de troncos de árboles hechos con hierro y cemento, se encuentra una fuente de piedra donde antiguamente había la figura de un ángel, símbolo del evangelista San Mateo. El sonido del agua invita a la reflexión, al silencio y al disfrute del entorno natural.

La cueva
Bajando unas escalerillas se accede a una preciosa cueva cubierta con el famoso arco catenario, seña de identidad de Gaudí. Tal y como indica el nombre, el arco describe una forma catenaria, que es como una cadena suspendida por dos puntos situados a la misma altura. Esta forma permitía a sus construcciones resistir una gran carga física. En esta cueva se encontraba originalmente la fuente de la Magnesia, nombre por el cual son conocidos popularmente estos jardines.

La pérgola y el león
Dentro de este entramado de troncos de árboles se encuentra la fuente del león representando al evangelista San Marcos. Un perfecto lugar de reposo.



La fábrica textil de Ca l'Artigas y lugar también en el que se encontraba la casa de la familia. Esta zona no es visitable.

La glorieta
Es el símbolo de los jardines Artigas. Se accede a través de un puente conocido como el puente del arco cojo y lo preside la escultura de un águila, símbolo del evangelista San Juan. El puente cruza el río Llobregat y permite acceder a la glorieta, desde donde se puede contemplar toda la zona de los jardines. Es un bonito mirador construido sobre una roca pronunciada.





La entrada original
Saliendo de la glorieta, se accede a otro puente. Resulta que es la entrada original, la única que proyectó Gaudí. La portalada está flanqueada por serpientes enroscadas hechas de conglomerado, como si protegieran el acceso primitivo de la casa.

El merendero
A punto de finalizar el recorrido, y justo al lado de los arcos de piedra, se encuentra el merendero, el lugar donde la familia Artigas iba a pasar la tarde. Ya sabéis, un lugar para comer, almorzar o merendar al aire libre. El banco también está decorado con esas formas de troncos hechas con un alma de hierro recubierta de cemento. Como podéis ver a la derecha, una escalera lleva a un rincón muy pequeño, ideal para contemplar el río.

Cariátides
El puente de los arcos está presidido por dos figuras, dos cariátides en forma de hombre y mujer que son espectaculares. Nunca antes había visto unas cariátides de este tipo y su forma y lugar de ubicación me pareció sublime.





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Visita: 08/08/2017

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Visiones terrenales: la sierra de Busa

5/28/2017 Anna 0 Comments

A mí me ocurre muy a menudo que, en una situación de estrés, mi mente sueña con las montañas. El sonido de los pájaros, una suave brisa, el sol resplandeciente, el silencio. Todos necesitamos un lugar en el que evadirnos del ruido de la ciudad o de la rutina de la vida cotidiana. Para mí, ese lugar de confort me lo proporciona mi casa, por supuesto, pero también mi lugar preferido de todo el mundo: la vall de Lord. Muchas veces necesito evocar sus paisajes para relajarme, para impregnarme de nostalgia. Volver a la calma, a los momentos felices de mi vida. ¿Cuándo podré volver? Me pregunto. No lo sé, pero la simple evocación ya me hace feliz. Ya véis, casi siempre con poco basta. 

Es la fuerza de la naturaleza a la que siempre recurrimos cuando es necesario para escapar de la civilización y del mundo moderno, que cada vez nos aprisiona más. Últimamente siento la necesidad de volver a los orígenes, de llevar una vida simple. El despojarme de las cosas innecesarias; el cocinar con ingredientes naturales; el llevar la naturaleza y el minimalismo al día a día en una pequeña ciudad. Lo sé. Me encanta el movimiento slow life, la tradición, el pasado. Quizá por eso me hice historiadora, para poder estar más cerca de nuestros ancestros. A día de hoy, lo siento con mucha fuerza. Por eso, ahora más que nunca me gusta recordar aquellos momentos en los que voy a Sant Llorenç de Morunys, el pueblo de mi padre, de mis abuelos, de mis bisabuelos... De donde procede la mitad de mi familia y donde pasé una infancia maravillosa. Y porque, además, es un lugar precioso.


Una de las excursiones que hicimos el verano pasado fue a la sierra de Busa, desde donde, como podéis ver, se contempla una extraordinaria panorámica de toda la vall de Lord, la sierra de Ensija, el Port del Comte, el Cadí, el Pedraforca, Sant Llorenç de Morunys, Guixers y el Santuari de Lord. Estas montañas del prepirineo están situadas a 1500 metros de altitud y tienen su propia historia. Fueron protagonistas de la guerra del Francés, ese enfrentamiento bélico entre España y Francia que tuvo lugar entre los años 1808 y 1814. Aquí había una atalaya que sólo era accesible a través de un puente de madera, y por eso se usó como prisión. Este promontorio, conocido como el Capolatell, era ideal: una vez llevaban a los prisioneros, retiraban la rampa y quedaban totalmente aislados. A su alrededor sólo había peñascos, sin escapatoria posible.






Actualmente se puede acceder al promontorio del Capolatell gracias a este puente fijo que, al cruzarlo, da un poco de impresión. ¡Las vistas desde aquí son espectaculares!









Hace un par de años dediqué en este blog una entrada al Santuari de Lord. Desde aquí se pueden contemplar también unas vistas preciosas. ¡Mirad el enlace y veréis qué pasada!

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 Visita: 08/2016

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Odèn, silencio absoluto en un radiante día de verano

2/25/2017 Anna 1 Comments

Fue un día luminoso de verano. Un día de aquellos que permanecen siempre en la memoria. Fue un día alegre, radiante; el sol caía sobre nosotros suavemente, sin quemar. Fue un día de silencio en la montaña; solos mi tío y yo rodeados por la naturaleza, la brisa del mediodía y también un poco de arte medieval. Aún hoy puedo sentir el penetrante aroma del tomillo de aquellos campos. Nunca había experimentado nada igual: apagué el motor del coche, abrí la puerta y al bajar... el olor me invadió al instante. Es difícil de explicar la sensación de bienestar que sentí en aquel momento.

Odèn es un municipio de la comarca del Solsonès, en el Prepirineo de la Catalunya central, situado a 1291 m. de altitud. Hace ya tiempo que había pasado por sus carreteras, pero no fue hasta el verano del año pasado que paré para contemplar sus pequeños tesoros. Entre ellos, su castillo e iglesia medieval y unas montañas (que mi tío llama las montserratinas, por su semejanza con Montserrat) de perfil irregular medio escondidas en un valle. El castillo fue nuestra primera parada: declarado bien cultural de interés nacional, hoy se encuentra medio derruido. Es posible visitar su interior, de planta rectangular, aunque la maleza lo hace un poco dificultoso. En realidad, lo que más vale la pena son las vistas que ofrece, ¡inmejorables! En la parte sur de su fachada principal había incluso una iglesia, anterior a la que se construyó justo debajo de la montaña a finales del siglo X o principios del siglo XI. Esta iglesia primigenia, de la cual sólo se conserva una parte, estaba dedicada a Santa Cecilia y era de estilo románico, de una sola nave con planta rectangular. Más tarde, tras la Guerra dels Segadors en el siglo XVII, se reformó y le añadieron un nuevo anexo.



Odèn es un municipio típicamente rural con masías dispersas por las laderas de sus montañas.

Vista general del castillo de Odèn y de la iglesia de Santa Cecilia. La subida al castillo se realiza en unos cinco o diez minutos. Puede visitarse perfectamente en familia.
















Las pequeñas montañas conocidas como montserratinas son todo un espectáculo porque ofrecen a este paisaje agreste un toque singular.








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Visita: 08/2016

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