La leyenda artúrica en imágenes (IV)

El legado que dejaron los pintores prerrafaelitas fue considerable. Sus seguidores centraron buena parte de su producción en realizar lienzos de temática artúrica o medieval, en muchas ocasiones de origen celta. Esas historias y relatos procedentes de las antiguas Islas Británicas y de Irlanda llegaron desvirtuados hasta el siglo XIX. Fue en el siglo IV, con el establecimiento de la libertad de cultos en el Imperio Romano, cuando el cristianismo empezó a expandirse por Europa. Penetró y arraigó con profundidad en Irlanda, desde donde salieron diversos misioneros, como San Patricio, con la finalidad de convertir a los infieles paganos. La amalgama que se produjo entre la tradición celta y la nueva religión produjo unas características propias, fundamentales para entender el arte y la literatura de la Edad Media. A las antiguas sagas se les añadió conceptos más aptos para esta nueva mentalidad medieval: la literatura artúrica también sufrió modificaciones.

Chrétien de Troyes, en el siglo XII, recogiendo la leyenda artúrica que desde el siglo VIII se había ido gestando, creó un ambiente nuevo, totalmente cortés, donde predominaban los ideales de la caballería. Se mezcló con la moral cristiana y con el lirismo de los trobadores. Los personajes de las antiguas obras galesas se reconvirtieron en valerosos caballeros de la corte francesa, dedicados a los juegos de amor y a vivir fabulosas aventuras. A mediados del siglo XIII, el supuesto Arturo histórico había sido enterrado para siempre, consolidándose plenamente la llamada materia de bretaña. Ahora era un héroe de leyenda. Y fue precisamente esa visión más idealizada la que tomaron como fuente y referencia los pintores posteriores:

Edward Burne-Jones - The Beguiling of Merlin (1874)
Charles Ernest Butler - King Arthur (1903)